Me iré como llegué.
Traje mis cosas (agua, comida y ropa) y me llevaré mis residuos (ya sabemos). ¡Qué menos!
Mientras tanto, tengo el mundo: mar, aire, tierra y la luz que las atraviesa.
Y yo, claro. Tumbada en la oscuridad del fondo, sentada en mi mesa, mirando el horizonte... Lápiz, papel y tiempo. Estímulos y tranquilidad. Viajo y recorro mi refugio (y mi mente) hasta llegar a los sueños que inspiran mi cueva.
Cuando estos se acaben, cerraré el baño y los armarios, dejaré de fabricar energía, vaciaré los depósitos y sólo quedará el hormigón y la roca, la huella de piedra.
Y la preciosa huella que me llevo dentro.