A escala territorial nos encontramos en un valle -vacío- que desemboca en la ría de Vigo -otro vacío-. Ambos confluyen, rebelándose el agua como materia esencial de su naturaleza. Agua en los arroyos, agua en la ría, agua en la bruma que sube por los cauces desde el mar, agua estancada en los campos, agua y tiempo como constructores de paisajes, de lugares.
Lo natural y lo urbano, personajes de una realidad difusa en la que cada elemento busca su lugar, al margen de cualquier figura de planeamiento.
Nos proponemos condensar ese estado caótico, ese "estar haciéndose", esa filtración de vegetación, asfalto, personas y edificaciones, construir un lugar en el que coexista lo heterogéneo, construir un intersticio.
El espacio intersticial se convierte en el conductor conceptual de nuestra propuesta, el engranaje de espacios, la estrategia para crear una arquitectura que habite en el lugar.
La parcela, de topografía plana, se desarrolla entre dos polos: la carretera que le da acceso y el bosque de robles autóctonos que la limita de forma natural.
Planteamos una secuencia de muros curvos de hormigón in-situ, orientados N-NE, un límite permeable que define dos niveles de diálogo con el entorno: en su cara convexa, expresa su carácter telúrico, su vocación de arraigamiento en el lugar reflejando la idea de movimiento implícita en la carretera ante la que se sitúan. En su cara cóncava, hacia el interior de la parcela, definen un vacío donde se desarrolla un muro plegado que define los espacios interiores y su relación con el bosque de robles.
El interior de la vivienda, generado entre la fachada curva y la fachada plegada, se convierte en un vacío intermedio, el intersticio entre los dos límites exteriores donde los dos lenguajes se mezclan construyendo ese espacio que filtra interior y exterior para hacernos sentir dentro del paisaje.
El nivel de acabados/colores -excesivamente adulterados respecto de una austeridad más deseable-, no impide percibir la esencia del espacio proyectado. A fin de cuentas implicar a un cliente en el proceso -aún a costa de su integridad-, es la unica vía para establecer un diálogo cada vez más necesario.