Esta investigación, realizada como proyecto fin de carrera, plantea un análisis crítico de dicho entorno desde el que comprender las condiciones políticas que operan de manera violenta e invisible sobre las edificaciones: la violencia de la Ley de Costas que no contempla su supervivencia, la violencia de las condiciones ambientales –como la fuerza de la acción del mar– que aceleran su desaparición, o la violencia de unos ocupantes que utilizan todos sus recursos extra-arquitectónicos para gestionar su continuidad material. Realizado entre dos frentes diferentes pero paralelos –un territorio físico y uno conceptual– el proyecto se plantea como una deriva errática sobre distintos intereses prácticos en torno al arte, la teoría y los formatos de trabajo y comunicación de la arquitectura, que se formalizan en un relato hipertextual (web) que intenta desplazar cualquier condición lineal en su lectura. Niega así la definición una respuesta arquitectónica concreta –esto es, un edificio– por el análisis descriptivo de las dinámicas materiales, sociales, constructivas y legales que operan allí en el tiempo y el espacio para lanzar una hipótesis: la arquitectura no es sino un acto de violencia definido por la fricción –choque, contacto, interacción– de los cuerpos que la habitan. Desde esta formulación, se establece una categorización de cinco acciones posibles, orientadas a la fabricación de un instrumental para interpretar y operar en contextos frágiles como éste y que no son sino formas desde las que operar en el espacio con nuestros cuerpos: curar, trasplantar, extirpar, transfigurar y mudar.
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Sobre el proyecto, por Enrique Nieto, profesor de la Universidad de Alicante:
La intervención en cuestión establece una mirada crítica sobre una estrecha franja de viviendas unifamiliares que pervive desde los años 40 en la primera línea de costa en las afueras de la localidad alicantina de Guardamar del Segura. Con la palabra crítica quiero referirme tanto a un enfoque orientado a establecer una comunicación no verbal con lo existente, como a fijar las condiciones políticas que operan de manera violenta e invisible sobre el conjunto: Violencia de una Ley de Costas que no contempla su supervivencia, violencia de unas condiciones ambientales –la fuerza del mar- que acelera su desaparición, y violencia de unos ocupantes que utilizan todos sus recursos extra-arquitectónicos para gestionar su continuidad material. El autor quiere aprovechar tanto la extrema inestabilidad del conjunto, como su irrelevancia disciplinar –uggg!, ¡qué conjunto tan feo!-, para explorar como las dinámicas arquitectónicas operan en el tiempo, estén o no presentes los arquitectos. Por el contrario, serán algunas prácticas artísticas afines -Lara Almárcegui, Robert Smithson, Gordon Matta-Clark, …-, las que hace ya tiempo habrían puesto de manifiesto las oportunidades y la virulencia que comportan algunos procesos de transformación material que excluyen el diseño formal o el control político de las acciones en el medio construido. Sin embargo, la propuesta no se reduce al análisis crítico de una realidad local, sino que establece una categorización de las acciones posibles, orientada a la fabricación de un instrumental que se quiere disciplinar hábil para interpretar y operar en contextos frágiles como éste.