Dentro de las varias extensiones de una masía, el espacio mas cerca a ella es el jardín domestico. Espacio exterior elevado respecto al vasto campo, como si de una atalaya se tratara, donde ahora la necesidad requiere una nueva pieza de sombra.

El jardín definido por su condición elevada, límites como barandillas metálicas en el lado sur, muros de piedra a oeste y una masa vegetal al este son los tipos. La pergola se inserta en este ultimo, al fondo, tranquila y arropada por la masa vegetal posterior. Formar parte es su condición y emerger de ella su intención, donde el plano superior será colonizado por plantas enredaderas, buscando una nueva simbiosis entre naturaleza y artificio para así redibujar un nuevo límite mas denso.

La pergola se plantea como un objeto sencillo, claro, de fácil compresión. Buscando la horizontalidad y forzando la estructura hacia dimensiones mínimas.
Los cimientos son seis zapatas, tres de ellas de hormigón armado en un lado y en el opuesto, se soluciona con un apeo metálico fijado a un muro de hormigón existente. Un nuevo muro de piedra y mampostería descansa encima de él, salvando el desnivel entre el jardín y el pavimento, para ofrecernos una posición hundida y retrasada. De los cimientos emergen los pilares, tubos de acero cuadrados de 50x50x5mm, que en su dimensión mínima buscan la fusión con los arboles posteriores y con el fin de sustentar dos jácenas esbeltas, de sección rectangular 80x120x5mm que al llegar a sus extremos reducen la sección. En ellas cuelgan por su cara inferior, una repetición de pletinas de sección 15x40mm, a modo de gran plano de cubrición. Elemento transparente o opaco según se mire, vibrante de luz, capaz de dibujar sombras lineales enriqueciendo las naturales sobre el lienzo que es el pavimento mineral.

Al fin, es un pequeño artefacto en silencio, capaz de transformar el entorno con una presencia serena, que le da su cruda cualidad.