El tinglado nº2 del puerto de Valencia, construido en el año 1911 a partir de un proyecto del ingeniero José María Fuster, es un edificio particularmente significante. Durante sus cien años de existencia, y debido a unas condiciones espaciales marcadas por la ligereza, la permeabilidad y la expansión horizontal de su sistema estructural, esta nave ha servido de soporte a múltiples significados casi siempre relacionados con el almacenaje y la exportación de mercancías diversas.
En las últimas tres décadas, y a partir de su cesión para uso público, el tinglado se ha simultáneamente vaciado y llenado de contenido. Liberado de sus anteriores funciones logísticas e inmune a la apropiación comercial, enmarca desde entonces numerosas actividades de carácter deportivo y lúdico propuestas por unos ocupantes cambiantes cuyos intereses el edificio negocia con aparente naturalidad. La transitoriedad funcional que resulta de la apropiación ciudadana del espacio parece sin embargo haberse trasladado a la propia estructura, objeto de un acelerado deterioro que se manifiesta en la corrosión de los elementos metálicos y la desestabilización de los dos cuerpos de fábrica que cierran sus extremos.
A la espera de los fondos necesarios para ejecutar un proyecto de restauración integral del edificio aprobado en el año 2015, el consorcio responsable del tinglado nos encargó a finales de 2016 una intervención de emergencia en la estructura con el fin de que su espacio pudiese seguir siendo utilizado hasta el comienzo de las obras de restauración. Los 42.000 euros de presupuesto sirvieron, literalmente, para tapar agujeros (los de la cubierta de chapa metálica), para estabilizar temporalmente los cuerpos laterales y, también, para recubrir con una malla ignífuga de poliéster la superficie interior del edificio con la intención de minimizar el impacto de las aves sobre los elementos portantes.
Esta malla, correspondiente con la parte menos trascendente de la intervención desde un punto de vista funcional, adquiere sin embargo un protagonismo instrumental desde un punto de vista arquitectónico y, a través de su superficialidad y de su abstracción añade un nuevo significado efímero al espacio construido por el tinglado, un significado que no solamente vuelve a cualificar las actividades que tienen lugar en el edificio sino que, sobre todo, ha impulsado su presencia en el espacio de las imágenes, algo que, tal vez, ha contribuido a visibilizar la necesidad de su reparación, prevista finalmente para el presente año 2018.