El proyecto da un mirador a la ciudad. Conecta la Plaza de la Merced con un gran mirador público a través de un paseo pautado, prolongación de los recorridos urbanos que confluyen en el lugar. Una calle interior que ofrece ventanas a la historia de la ciudad vinculando la cota romana con la Málaga actual, la de nuestro tiempo. Un mirador público en una ciudad sin miradores.
Se parte de una premisa clara: a la disciplina arquitectónica no le corresponde decidir sino proponer. Conscientemente no se define un modelo de uso y gestión cerrado, se exponen una serie de soluciones abiertas para la reflexión y el debate. Este concurso debe ser el punto de partida para un diálogo en el que participen distintos actores, ciudadanos y representantes públicos, que definan el modelo que más se adecue al interés general
VESTIGIOS. DESVELAR
Alguien propuso alguna vez que la mejor manera de proteger un patrimonio es aumentarlo. Se plantea devolver a la ciudad la cota en la que descansan los restos romanos y la Iglesia de Santa Ana. Para ello es importante no considerar a las preexistencias desde un punto de vista físico, esto es, como elementos pasivos, sino como información reactiva. El pasado se convierte en elemento vivo y vivencial del proyecto. El encuentro entre las trazas de la ciudad actual y las antiguas trazas de los vestigios arqueológicos son tomados como ejes de la intervención. De igual forma, la modulación de las arcadas de la nave principal de la iglesia nos sirve para proyectar la retícula estructural que soporte el programa.
PASEO. MOSTRAR
El edificio funciona como lugar que conecta calle y mirador, pasado y presente. El verdadero hallazgo del proyecto no se encuentra en los vestigios arqueológicos, ni siquiera el juego volumétrico interior o el programa del edificio. Se encuentra en dotar a la plaza de nuevas miradas hacia los principales monumentos de la ciudad. Estos elementos que nos hablan del tiempo son el ornato de la intervención y permiten una aproximación a historia del lugar y su legado.
VACIAR. EDIFICIO COFRE
Vaciar el interior del edificio hace que el espectador tome conciencia de éste como espacio. El vacío excavado soporta la carga pública del proyecto mientras protege los restos arqueológicos. El proyecto debe mostrarse y configurarse como una plataforma abierta a la sorpresa. El acto de encofrar convierte el volumen interior en un espacio con características singulares y únicas en el contexto urbano del centro de Málaga. Un lugar para ampliar la apuesta cultural de la ciudad.
ESPACIO PÚBLICO
El espacio público ejerce la función de junta entre acontecimientos, absorbiendo las variaciones del espacio privado. Se ofrece un espacio a la calle inundable de su ritmo, de ese desarrollo sincopado e intermitente que la caracteriza, un alto en el que refugiarse (malagueña fermata). La excavación necesaria para acordar las cotas de nuestra ciudad y la pasada facilita la oportunidad de introducir un espacio escénico a pie de calle. Por otro lado, el potencial intrínseco de la localización, en pleno centro histórico de la ciudad, convierte el lugar en un espacio para el aprendizaje creativo, buscando contagiar al público del legado cultural e histórico de los bienes que alberga.
USOS
El edificio se convierte en un espacio híbrido donde pueden coexistir diversidad de usos diferentes.
El soporte arquitectónico que asumirá el programa privado aparece como negativo de la parte pública, abrazándola, y queda determinado por el espacio libre entre pórticos estructurales, en módulos de 6 x 6 metros. A partir de ellos pueden desarrollarse un elenco de posibilidades que den lugar a soluciones alejadas de convencionalismos o ideales proyectuales.
Espacios de confluencia: Entre el vaciado y el programa privado que lo abraza aparecen espacios de transición que funcionan como junta de acontecimientos. Absorben las variaciones de los usos que conecta. Gracias a la modulación estructural se posibilita albergar un tapiz de usos heterogéneos variables en el tiempo.
OCUPACIÓN
Cabe preguntarse sobre la idoneidad o no de dotar de una obra totalmente controlada y acabada o si, por el contrario, deben preverse espacios que puedan funcionar de manera abierta. El tipo de proyecto que se propone requiere implementar un cierto grado de indefinición. Se quiere dejar hueco a la improvisación, a la apertura hacia posibles cambios de función y a la adaptación de distintos usos en el tiempo.
Se proponen unas bases que favorezcan los experimentos programáticos a través del diálogo y el debate entre los agentes intervinientes, siempre huyendo de los espacios limitados a usos concretos, a las rígidas normativas sobre actividad y a una imposición de programas idealizados que puedan mostrarse ineficaces en un futuro cercano.