En el 2011 los hijos de Herminia toman el relevo de la carnicería familiar. Situada al paso de la carretera 66 por Celrà se escondía de los viajeros que apenas la veían de reojo al pasar, siendo tan solo los vecinos quienes acudían fielmente. Después de años de trabajo constante, deciden renovar sus instalaciones para continuar ofreciendo a sus clientes la carne y los embutidos de toda la vida.
Todo empieza como un trabajo de arqueología: tumbar paredes, desenterrar pavimentos, destapiar ventanas, rascar muros, descubrir bóvedas i limpiar historias para volver al estado primigenio del espacio.
Hecha la tabula rasa se inunda el volumen interior de blanco pintando y alicatado “blanco-aguas” para higienizar y dotar de luz y reflejos un local orientado a norte. Del lado de los clientes, jugando con reminiscencias nórdicas, los acabados se realizan con madera de pino para otorgar calidez y confort.
El requisito primordial es implacable: maximizar los metros lineales de exposición de productos. El mobiliario se convierte en el protagonista. Gestiona la entrada en un juego de miradas y descubrimientos, organiza en la diagonal más larga el espacio para guiar la compra de los clientes, expone la carne y los embutidos y nos dirige la mirada hacia los productos más suculentos.
El blanco nuclear resbala por las ventanas del escaparate hasta la fachada de la carretera de Celrà y envuelve todo el edificio de modo que nunca volverá a pasar desapercibido por ningún conductor estresado. Una franja oscura gira y se entrelaza a la medianera confiriéndole un estatus de fachada principal; se convierte así en el mural de la zona de aparcamiento para los clientes que llegan entre gramíneas a buscar sus víveres.
Los reclamos publicitarios juegan sutilmente con el imaginario colectivo. Un tímido cerdito en la medianera actúa de estandarte del contenido del edificio y nos recuerda la silueta de un bravo animal de bodegas sureñas. Los neones amarillos proclaman desde la lejanía que algo se cuece en la ruta 66 camino a Palamós. Pero es de noche, cuando la carnicería duerme y la fachada se mueve que descubriremos que ahora son ellos, los hermanos Soler, quienes nos ofrecen las mejores carnes de la comarca.