En la casa Lleó Avinay, los sillares acumulados durante años conforman el consistente vacío del patio, entre columnas románicas, ventanales góticos y pozos de la época de la expulsión judía. Estos minerales, de alta durabilidad nos hablan de la historia, los habitantes, las religiones y la ciudad. En contraposición, encontramos la excusa de la intervención, la delicadeza de las flores y plantas, su volátil fragancia, que tan sólo adornarán unos breves días el espacio.
Nuestra herramienta para relacionar elementos de tan variable permanencia se sitúa en una posición de consenso. Un elemento con una vida superior a las flores pero muy inferior a las piedras. Un artefacto, que si bien no en la misma forma, seguro que ya habrán intervenido múltiples veces en el espacio para ayudar a articular y adecuar. Un dispositivo que nos permite filtrar y así facilitar la placentera vida, aquella que no transcurre ni dentro ni fuera.
Las persianas de madera, son el elemento que, fuera de escala, nos ayuda a dirigir la mirada. Las largas persianas hacia arriba, para fomentar la verticalidad del patio. Las anchas hacia el balcón, que inflexionan para hacernos descubrir la explosión de exuberantes flores que nos saluda tímidamente a aixopluc*.
*aixopluc: cobijo