La casa en Petra es un perímetro sin forma. Dentro jardín, fuera campo.
Ante el encargo de construir una vivienda de algo más de 250m2 en una parcela de 28.000, el reto deja de ser el de distribuir usos o construir una imagen fotogénica. La única acción capaz de levantar una casa en esas condiciones es la de delimitar un recinto.
Así, se traza un cuadrado que deja dentro la única edificación existente en la parcela. Emplazada en una de las esquinas, esa antigua construcción agrícola marca la posición y la orientación de los nuevos límites en los que se construirá la casa.
Definir un perímetro como un cuadrado es definirlo sin forma. Sus cuatro lados son exactamente iguales. Un recinto sin aspiraciones formales, que se muestra indiferente ante lo que ocurre a su alrededor, que solo entiende de dentro y fuera.
El contorno, de 30m de lado, delimita un gran jardín en el que se construye la casa; ese espacio doméstico abierto, verde y frondoso, incluye la edificación existente de piedra de marés que se rehabilitará como taller de pintura y compartirá espacio con los nuevos volúmenes de programa íntimo. El recinto encierra por lo tanto 900m2 de suelo para la nueva vivienda, los más de 27.000m2 de parcela restantes siguen dedicados al cultivo.
Y es atravesando ese campo de cultivo de cereal como se llega a la casa, en un recorrido que aleja progresivamente al visitante de la carretera hasta introducirle en la vivienda. Tras cruzar las tierras de labor, se cruza el umbral para entrar a un porche abierto al jardín. En este porche, dispuesto a lo largo de dos de los cuatro lados del perímetro de mampostería, se desarrolla el programa público de la vivienda sobre un suelo de canto rodado.
Dentro del recinto se despliega el programa más privado, en tres volúmenes de hormigón in situ que asoman por encima del muro, compartiendo espacio con el jardín, la piscina y el taller de pintura.
Una casa en un jardín en un campo de trigo.