Desde que ganamos el concurso convocado por la EMV en 1999 el proyecto ha sufrido una serie ilimitada de cambios. La sucesión de "renuncias" durante su proceso de desarrollo se convirtió, posteriormente, durante la construcción de la obra, en las principales virtudes del proyecto. Considerábamos que la energía conservada por el ahorro de decisiones proyectuales originado de las limitaciones económicas y de normativa, debía ser reconducida y concentrada en aspectos muy concretos y controlables del proyecto. De esta manera, el proyecto intensifica sus principales propositos en la definición de su relación con el entorno. Un nuevo vecino vallekano, plateado y ligero entre pesadas construcciones de ladrillo. Una fina lámina de aluminio conserva el denso volumen construido y se muestra cambiante durante el transcurso del día, los cambios de luz, las tonalidades del cielo, los árboles, el reflejo rojizo de los bloques vecinos... Una superficie que se transforma dependiendo de las demandas de ventilación, visión y resistencia, perforándose y endureciéndose en diferentes zonas. "[...] no hay punto de vista. No hay profundidad. No hay estructura jerárquica. No hay sentimientos ni pensamientos ocultos. En algunos casos, incluso, no hay humanos. En su lugar, hay muchos ojos mirando y fijándose en todo. Hay redes. Hay movimientos. Y, sorprendentemente, hay verdadera libertad." Taro Igarashi, La génesis de la era superplana