Venecia es un bosque de abedules y alerces sumergido en la Laguna. Sus 118 pequeñas islas solían ser un escuálido archipiélago a merced de mareas que ocultaban y desvelaban topografías efímeras. Estos contornos,bareneen italiano, bajo la voluntad de generar un territorio como el que hoy conocemos fueron ampliados y consolidados en un proceso de sedimentación forzado, a través de límites dibujados en el lienzo de la laguna con los troncos de los bosques cercanos. Talas de árboles que se acrecentaron con la necesidad de dotar de respuesta mecánica a un suelo que soportaba cada vez edificios de mayor calibre – se conoce que bajo Santa Maria della Saluteexisten 1.106.000 pilares de madera –, conformando el bosque sumergido de Venecia.
La ciudad aumentó de tamaño bajo este proceso ya referenciado en el plan Sabbadino, y con los años, dejó paso a la consolidación de sus límites. La propuesta para Island of Arts trata de retomar el crecimiento de la ciudad, regenerándola en un proceso inacabado y dilatado en el tiempo. Proceso que comienza en la propia isla y sus arquitecturas en ruina y se proyecta sobre la superficie de la Laguna, en un diálogo entre ciudad, paisaje y memoria.
Frente a la situación de abandono de algunos de los edificios de Venecia, se comienza estableciendo una red de jardines de abedules mediante la colonización de patios o el vaciado de arquitecturas obsoletas. Con esto se trata, por un lado, de dar respuesta a una necesidad de espacios verdes en la trama urbana histórica, y por otro, de dotar de lugares gobernados por lo inesperado, donde desarrollar instalaciones de arte, arquitectura, recitales de poesía, conciertos… cuyo uso queda sujeto a la vida cultural veneciana. Paralelamente, y mientras los abedules crecen en los jardines emergidos de Venecia, se crea una infraestructura de estacas originaria de la nueva isla. Mediante su densidad y forma se potencia la sedimentación en lo que actualmente es un banco de fangos junto a la isla de San Giorgio Maggiore – conformando por su composición y su baja profundidad el lugar óptimo para el proyecto –, estableciendo una relación privilegiada entre los Giardini della Biennaley Island of Arts.
Gradualmente, el banco tornará en bareney la bareneen isla. Dibuja su contorno hasta conformar una circunferencia que oculta un bosque de abedules, en cuyo espesor y estableciendo una tangencia, se sitúa el programa. Se busca de nuevo la itinerancia de actividades, un lugar que puede ser museo, cafetería y a un tiempo abrir sus muros a la laguna para mostrar un fondo de escena que no es otro que su jardín secreto, mientras las góndolas y barcas se arremolinan en torno al acto. El bosque es una suma de árboles jóvenes y otros ancianos que ya habitaban entre los muros de edificios abandonados, dibujando una línea imaginaria que emparenta las diferentes caras de la intervención.
Una red de jardines, de bosques emergidos, de abedules que roban una vez más fragmentos del pavimento azul de la ciudad, y que albergan el arte como actividad.