Cuando empezamos la obra de Forma, el Centro de Formación Odontológico, tuvimos claro tres aspectos. El primero, que queríamos que el espacio estuviera a la altura del conocimiento moderno y tecnológico que imparten; en segundo lugar, queríamos hacer un guiño al futuro, porque los que allí entran, salen preparados para disfrutar de una larga vida profesional; por último, queríamos maximizar el espacio y potenciar las vistas de la ciudad de Murcia desde la altura en la que se encuentra el piso en la torre.

Dividir, a veces, es ganar espacio. Dividir, en este caso, también ha supuesto convertir en un epicentro neurálgico el sillón odontológico que, sin estar en el centro de la planta, sí funciona como una suerte de cerebro cuyo sistema nervioso se ramifica en aulas, despachos y zonas comunes donde el conocimiento es la clave.
La arquitectura ocurre en varios tiempos: antes, durante y después, al igual que la función que va a desempeñar #Forma. Los alumnos pasarán, y nuestro trabajo es que cada uno de ellos sientan que no están en un espacio de obligaciones y responsabilidades, sino en un lugar en el que se aprende, se decide el futuro y en el que, al mirar por la ventana, comprende que los sueños están fuera, en la ciudad, pero que aquí pueden empezar a ganarlos.
El espacio posee una imagen tecnológica y limpia, que al igual que los conocimientos que allí se imparten, son de última generación.