Aixa y Manu siempre quisieron vivir en una casa típica de la Vega de Granada, aunque finalmente adquirieron una vivienda que a priori no era la que habían soñado.
El proyecto se encuentra en el límite entre el campo y la ciudad, junto a la Acequia Real de Santa Fe, y forma parte de un tipo de promoción residencial descontextualizada de la rica historia del lugar y sin vinculación con las casas tradicionales de la Vega. La intervención se centra en la construcción de un patio que incorpore las bondades de los patios granadinos y para conseguirlo se introducen, desde la contemporaneidad, aquellos elementos que los hacen característicos y los vinculan al territorio.
Ubicación: La Vega de Granada. El municipio de Santa Fe fue el último asentamiento fundado por los Reyes Católicos previo a la conquista definitiva del Reino Nazarí y su trazado sirvió como germen del utilizado en la posterior colonización de América. Está situada en la fértil Vega de Granada y durante siglos su economía se basó en la explotación de los campos de cultivos que la rodean. Recientemente, una serie de transformaciones sociodemográficas han hecho que progresivamente la localidad pierda su carácter agrícola y rural para convertirse en una ciudad dormitorio de la capital granadina.
Desarrollismo y soluciones descontextualizadas. Durante las últimas décadas del siglo XX, Santa Fe sufrió una expansión territorial que propició la ejecución de múltiples promociones de viviendas de escaso valor arquitectónico en comparación con las construcciones tradicionales de la zona. Este crecimiento desmedido fue frenado por un límite histórico y patrimonial, la Acequia Real, que con sus aguas irriga los campos de cultivo desde hace más de un milenio. Justo en esta frontera entre la ciudad y el campo, se encuentra la casa de Aixa, Manu y sus hijos.
Tradición: la casa rural granadina. La vivienda forma parte de un tipo de promoción residencial muy explotado a lo largo de la geografía española, fruto del desarrollismo del momento y que se caracteriza por la carencia de sensibilidad por el entorno en el que se encuentra. No hay rastro de los elementos comunes y troncales de todas las viviendas de la Vega como son: las tapias, que cercaban el límite entre lo construido y lo natural; los amplios muros, que proveían de sombra y sustento a las edificaciones; las torres, miradores protegidos del sol desde donde se contemplaba el territorio; las solanas, espacios intermedios de sombra entre el adentro y el afuera; los patios, en los cuales se desarrollaba la vida familiar durante gran parte del año; los sombrajos y emparrados, cubiertas vegetales caducifolias que convertían el exterior inmediato de la vivienda en prolongación del estar; los huertos, pequeños cultivos de carácter lúdico y contemplativo, y el agua, importante manifestación recreativa y productiva que ofrecían acequias y albercas.
El patio: estar al aire libre. La propuesta busca incorporar los principales valores de las viviendas del medio rural granadino a través de la intervención en su espacio más característico: el patio. Es aquí donde se desarrolla la vida de la casa de campo. Se trata de un exterior controlado, prolongación del estar, que posee unas invariantes comunes fruto de la adaptación al lugar y su particular climatología. Este espacio posee todo lo necesario para acondicionar la estancia en él durante los calurosos meses de verano y funciona como elemento de control climático del interior durante los fríos meses de invierno.
La intervención: un patio de la Vega. Los esfuerzos del proyecto se centraron en la construcción de un nuevo patio que dotase a la vivienda de las bondades de los patios granadinos. Para conseguirlo, se elevó el espacio trasero existente buscando la continuidad entre el interior y el exterior. Los pasillos laterales medianeros se convirtieron en caminos pausados que conducen al huerto y a la alberca generando sendas entradas exteriores. En este punto, dos muros paralelos enmarcan la vegetación y el agua, al mismo tiempo que sostienen el emparrado y la solana que tienen la función de regular la temperatura, proyectar sombra y refrescar el ambiente. El resultado es un patio que se convierte en el motor de la vivienda, reactivándola y dando lugar a una nueva forma de vivirla acorde con la tradición de las casas de la Vega de Granada.