La Piedra del Letrero es un espacio místico en el entorno de la Sierras de Segura junto al pico de La Sagra, misticismo prehistórico que se ha ido adaptando a las diferentes transformaciones culturales del entorno, acogiendo actualmente la romería de Las Santas locales Alodía y Nunilón. Las pinturas rupestres de más de 5.000 años, que se encuentran bajo un abrigo rocoso, respiran la fuerza chamánica de este espacio donde se lleva a cabo una intervención que pretende desaparecer fagocitado por el entorno.
La Piedra del Letrero es un punto geográfico excepcional al norte del Altiplano de Granada, hoy Geoparque Mundial de la UNESCO. El yacimiento se encuentra en la margen derecha del río Bravatas, un pasillo natural que conecta Jaén y Almería, por un lado y Andalucía con el Levante por otro. La cercanía entre ambas orillas ha generado uno de los puntos más estrechos de todo el río. Este factor, junto al impresionante peñón visible a grandes distancias, hizo, probablemente, que las poblaciones prehistóricas quedaran impresionadas por el lugar, dejando su huella mediante pinturas rupestres. Se trata de un lugar de referencia desde hace miles de años que, incluso hoy en día, acoge la Romería de las Santas Alodía y Nunilón de Huéscar.
“!Alodía si te vas, Nunilón, aquí te espero; nos iremos a juntar en la Piedra del Letrero!”
Aunque La Piedra del Letrero era conocida por la población local, no es hasta 1915 cuando Federico de Motos Fernández, anticuario de Vélez-Blanco, diera a conocer el yacimiento a la comunidad científica. Considerándose el primer descubrimiento de arte rupestre prehistórico en la provincia de Granada. En 1935, Henri Breuil, investigador francés de prestigio internacional y padre de la Prehistoria, publicaría por primera vez La Piedra del Letrero en su libro “Les peintures rupestres schematiques de la Péninsule Iberique”. En 1998 se incluye en la declaración de Patrimonio de la Humanidad del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la UNESCO.
El proyecto se integra en este contexto de más de 5.000 años, en el que la condición temporal desaparece. Durante el proceso de ideación, y la contrastación de la porpuestas con los diferentes agentes responsables, el termino "des-antropización" adquirió gran protagonismo, si bien no hay condición más antrópica que la arquitectura. Desantropizar la intervención, al igual que eliminar cualquier carácter formal o estético temporal que todas las partes demandaban, se resolvió mediante la colocación de piedras sin tallar y de canto natural, que permitiesen aportar los espacios útiles que daban sentido a la intervención: un acceso a pié al abrigo rocoso y la conformación de espacios para la visibilización adecuada de las pinturas.
El resultado pretende quedar disuelto en el tiempo como un elmento natural en el entorno en el que la arquitectura desaparezca. Las rocas, desplazadas del entorno cercano, pretender generar la menor alteración posible del medio, de forma que, incluso, la vegetación existente en las rocas sobreviva al desplazamiento y construcción, coexistiendo con su nueva organicidad.