Se trata de la rehabilitación de un antiguo cobertizo que se encontraba en estado ruinoso, construido originalmente para mulas durante la guerra civil. Se ha intentado rehabilitar el edificio de forma anónima, sin que se note la mano del que lo ha dibujado o del que ha colocado la piedra, entendiendo que nuestra labor consistía en añadir una capa más a un fragmento que seguirá acumulando sucesivos estratos de la memoria.

El edificio, estrecho y alargado, está emplazado junto a tres cerezos en la rocosa zona de Okalarre (junto a la frontera francesa), orientado en planta diagonalmente respecto al eje Norte-Sur. Se trata de una orientación utilizada por los antiguos caseríos como primer acto primigenio de eficiencia energética. Las fachadas más permeables son la suroeste y la sureste. La suroeste dispone de una puerta y 5 huecos que permiten introducir la luz de tarde en el edificio; la fachada sureste queda totalmente abierta, cumpliendo la función de acceso para el ganado. Las fachadas noreste y noroeste, en cambio, se mantienen ciegas, en respuesta a los vientos predominantes de la zona.

El proyecto nace de un detalle constructivo cuyo objetivo es eliminar todo lo accesorio para rehabilitar el edificio de forma esencial y a base de recursos del entorno. La piedra arenisca rojiza del lugar que se emplea para completar los muros, ejecutada escondiendo el mortero, oculta un zuncho de hormigón armado que cumple la doble función de estabilizador estructural de los muros a la vez que de canalón interior. Sobre este zuncho, los cabios de madera de alerce de 4x12cm sin cepillar y sin cumbrera, chocan contra un perfil LD de acero que queda oculto. Cada 4m, un tirante de acero de Ø20mm contrarresta los esfuerzos horizontales de la cubierta. De esta forma, se eliminan muchos metros cúbicos de madera que habitualmente aparecen en forma de durmientes, cumbreras o cerchas. El tablero sobre los cabios, en madera de alerce de 18mm sin cepillar, busca aportar la misma crudeza y rugosidad que los muros de piedra.

Se completa así una envolvente cruda y pesada, profundamente arraigada al territorio, casi monomaterial, a base de piedra que se extrae del propio entorno del edificio (sin la piedra del lugar, esta intervención hubiese sido económicamente inviable, debido a la inaccesibilidad del sitio). La piedra se coloca procurando hacer desvanecer “la mano” de cada cantero, intercambiando a los albañiles de zona de trabajo en el proceso de construcción e introduciendo piedras irregulares que obligan a trabajar partiendo de imperfecciones.

El hormigón se deja ver en forma de rebosaderos y de bebedero en la fachada sureste, donde se recogen las aguas de cubierta para abastecer a las ovejas. Los cabezales de los huecos reconstruidos se ejecutan a base de losetas prefabricadas de hormigón armado (que habitualmente se utilizan en jardines) de 5cm de espesor colocadas en seco, mientras que las puertas se ejecutan a espiga, a base de pletina y varilla de acero, recordando las antiguas puertas de madera pero dotando al edificio de la permeabilidad que su nueva función requiere. El muro de piedra longitudinal del este se mantiene, en su parte sur, en estado de ruina: funciona como embudo que facilita la introducción del ganado por el sureste y como recordatorio o huella de la historia a la que pertenece el edificio. Éste seguirá inacabado, a la espera de nuevas y sucesivas capas.