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La Cantonà, uno de los solares ocupados de Carolinas Bajas, está principalmente cuidado por un grupo de mujeres que encontraron, en ese solar abandonado, un hogar propio pero compartido. Desde que comenzaran a cuidarlo en el año 2021, el solar ha acogido un jardín, un bidón de agua, un suelo hecho de baldosas desechadas y, entre otras muchas actividades, un sinfín de encuentros para poner en común las artesanías del punto y el ganchillo. A inicios del 2023, la amenaza de desplome de una medianera obligó a decretar su cierre y, desde entonces, la arquitectura espera pacientemente los recursos para poder repararse a sí misma.

Este año volvimos a escuchar en las noticias sobre la SAREB. Entre sus propiedades se encuentra un pequeño solar, de unos 209 m², en la Calle Valencia, número 69 (antes 71) de Alicante.

Hace algo más de quince años, una empresa inmobiliaria impulsó un proyecto de promoción de viviendas, costeando la demolición del edificio previamente existente en el año 2007. La demolición fue, podríamos decir, leve. Sobre las medianeras todavía puede leerse la posición de los aseos, zonas de estar, patios y cocinas de las viviendas demolidas. En los arranques de los forjados y en los huecos que dejan entre sí los azulejos o papeles pintados, hoy refugio para insectos y palomas, parece esbozarse el inicio de un proyecto de difícil autoría.

A finales de la primavera del año 2021, cuando la maleza ya no permitía discernir su suelo, un grupo de vecinas del barrio de Carolinas Bajas se levantaron con la puerta abierta y decidieron entrar. La primera acción tras desbrozar fue volver a plantar: una palmera, una suculenta y una arbustiva junto al borde del solar.

Pocos meses después, María Jesús, María Luisa, Pepa, Verónica, Maite y su gato comenzaron a citarse allí para darle a la hebra, literal y figuradamente. Observadas y amenazadas por los azulejos que resistieron a la especulación inmobiliaria, comenzaron a tejer una conversación que desplazaba, a cada puntada, los límites de lo que entendemos por público y por privado.

Entre junio y septiembre del año siguiente, una película significó ese ejercicio de agenciamiento compartido. No a través de lo evidente, de lo que alcanzamos a ver desde la calle, sino atendiendo un patrimonio escondido, pero imprescindible para comprender el solar: el de los afectos que residían entre las paredes de sus casas. Durante dos meses, María Jesús, María Luisa, Pepa, Verónica, Fini, Enri, Lule y Mari Ángeles dedicaron gran tiempo a registrar sus interiores, resignificando el valor de su propio barrio y del solar, su espacio propio compartido.

En ese mismo período, y sólo en el barrio de Carolinas Bajas, más de dos decenas de contenedores se dedicaron a desplazar toneladas y toneladas de residuo doméstico, alejado de los estándares vinílicos, plásticos y estéticos que definen el mercado turístico. Una pequeña parte fue recuperada y todavía hoy se distribuye por el solar gracias a la inestimable ayuda de Juano, David, Gabriela, Jonathan, María Jesús, Lule, Mari Ángeles, Maria Luisa, Sento Raúl, Ane, Raquel, Andoni, Raúl, Juan, Sekou, Loli y Karol.

El 3 de septiembre se proyectó La salita. Se estrenó un nuevo suelo con una verbena tan emotiva como ignorante de lo que pronto ocurriría. Apenas unos meses más tarde, María Luisa detectaría que una de las medianeras se había desplazado unos milímetros, obligando a decretar la desocupación del solar por peligro de desplome. Ignorado el peligro por parte de su propietario, la SAREB, y su responsable subsidiario, el Ayuntamiento, desde entonces La Cantonà es un hogar que solamente se habita desde sus márgenes. Se riega con nostalgia, se visita prudencialmente y desde la calle y, mientras aguarda una solución, recibe cartas de amor de sus vecinas para volver a ser, algún día, su salita compartida.

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IX Edición 2022-2023