Es política común de las ciudades crecer hacia las topografías menos comprometidas. En el área metropolitana de Granada, las poblaciones que constituyen el borde desdibujan desde hace años la ya tradicional dicotomía campo-ciudad. La imagen de los hastiales y del campo diferenciaba la entrada y salida de unas ciudades a otras.

La solución de dos volúmenes retranqueados respecto a las medianeras concibe un solo ente que jerarquiza el espacio en sucesivos grados de intimidad. El nítido y amplio vacío central de acceso, se expande y diluye penetrando en la masa construida para buscar los huecos iluminados de los accesos, que enlazan las viviendas con el espacio comunitario, al que también abren los locales comerciales.

La correspondencia entre la distribución de propiedades y la estructura física del conjunto es la estructura formal y constructiva de la propuesta. Las luces estructurales de 7 metros acogen las crujías de las viviendas –permitiendo así transformaciones interiores-, las pantallas sismorresistentes son la sección del ancho de patios de luces, de 6 metros. Los espacios de ático se corresponden con los pisos inmediatamente inferiores, y el gran espacio comunitario de acceso acoge toda la base funcional de la agrupación, organizando todas las funciones a una cota un metro inferior al nivel de la calle, legalmente un semisótano.

El cierre, de placas de hormigón armado y bandas de persiana metálica, eleva a bandas alternas el grupo hasta las amplias vistas de la vega y la sierra, desdibujando la jerarquía constructiva de alzado y cubierta, tradicional en la zona. Con las bandas continuadas, frente a la diferenciación común se busca la unicidad de lo colectivo. Constructivamente, elementos prefabricados en los muros de contención y en el tratamiento de las fachadas, que ha resultado económicamente rentable, con un aspecto final aceptable y coherentemente ajustado a la función del habitar interior, con espacios interiores blancos y luminosos en contraste con el exterior mineral y de imagen industrial.