El solar, estrangulado por medianeras y parcelas por edificar, asoma al exterior en dos fachadas: Avda. del Genil y c/ Blas Infante. Un vacío embolsado que la propuesta resuelve en un solo gesto. En el acceso “la losa” de hormigón, siempre de canto constante, apoya sobre una caja metálica volando dos metros y medio sobre una pequeña plaza. Luego, es levantada para cubrir los diez andenes exigidos por el programa, que acompaña en forma curva al movimiento de los autocares, hasta su final en la calle Blas Infante donde se pliega en forma de muro. La escasa capacidad portante del terreno condicionó el encuentro articulado de la losa con los pilares, mediante apoyos de neopreno, y evitar así la transmisión de momentos flectores a la cimentación por zapatas. Las vigas que soportan la losa se invierten y disponen en la cubierta para generar una visual continua del espacio cubierto.
Una fachada tradicional de fondo verde protegida con vidrio y grandes grafías negras, anuncia la presencia del apeadero entre el desorden de las situaciones próximas. El leve retranqueo de la alineación permite disponer de una pequeña plaza pública de entrada a la que asoma el ojo de la cafetería. En la noche, focos empotrados en el suelo de la cámara iluminan la fachada, como reclamo del lugar. La entrada embudo de baja altura nos conduce hasta el vestíbulo, espacio envuelto por una tela de cristal que muestra por completo la perspectiva de la marquesina y el área de andenes. Biondas de carretera dan forma a las puertas de cierre del recinto y al parasol que descuelga de la losa en un recorrido marcado por la orientación solar.
Una plaza verde como zona de espera se inserta en el vacío que abraza la marquesina. En el proceso de ejecución decidimos atomizarla y dispersarla por todo el escenario en forma de círculos, junto a unos bancos realizados in situ como pilares tumbados. Elementos que puntúan el espacio abierto y refuerzan el orden aleatorio de la vegetación, en contraste con el ritmo predecible de la estructura.