Las antiguas fronteras, barreras geopolíticas que operaban desde la plasmación territorial de la soberanía de un país, se desdibujan en la actualidad configurando espacios intermedios, que definen áreas de oportunidad. Son además las regiones en conflicto, las que con mayor radicalidad muestran las tensiones y las concentraciones de actividad que las fronteras introducen en el continuo territorial.
Mientras estos días se celebra con actos multitudinarios los veinte años de la caída del Muro de Berlín durante la noche del 9 de noviembre de 1989, muchas fronteras del planeta se refuerzan o recrudecen, generando de este modo desequilibrios territoriales a ambos lados de la línea. Esta “línea fronteriza”, tal vez la mayor expresión de la realidad fronteriza, se representa en la actualidad como un espacio intermedio, derivado de esa doble condición de límite y nexo que las fronteras mantienen. De este modo, ese riguroso corte territorial de antaño, se plantearía ahora como una membrana permeable bajo determinadas condiciones, y bajo criterios de oportunidad u oportunismo, que poco o nada tienen que ver con la defensa de la territorialidad o de la geopolítica ligada a la frontera.
Así pues es curioso comprobar como, más allá de las cuestiones políticas, son las cuestiones económicas las que mantienen, por ejemplo, la frontera con Gibraltar en la Línea de la Concepción. Mientras la población del Peñón ronda los 28.000 habitantes, también el número de sociedades mercantiles activas registradas dentro de las fronteras de Gibraltar ronda las 28.000; es decir una sociedad mercantil por cada habitante. Lo paradójico de esta situación, es el hecho de que sin lugar a dudas es precisamente la realidad fronteriza la que posibilita esta situación de paraíso fiscal o lo que podríamos denominar de oportunidad fiscal. Son por lo tanto los condicionantes espaciales que la frontera impone al territorio los que de alguna manera activan este espacio y lo convierten en lo que los arquitectos Ábalos y Herreros calificaban como “áreas de impunidad”.
Son por lo tanto esas líneas cargadas de valor, que antiguamente se instalaban apoyándose en elementos geográficos al modo de las fronteras europeas, o en la escuadra y el cartabón como en muchas fronteras africanas, las que a pesar de la abstracción que el hecho fronterizo lleva aparejado, las que rompen la isotropía y la continuidad del territorio, configurando unas nuevas reglas espaciales en el ámbito ligado a la frontera. Es por este motivo por lo que el espacio fronterizo, se representa como un espacio multicapa, en el que se mezclan problemas de identificación social con su territorio, hechos económicos ligados a la frontera o realidades basadas en porosidades legales.
El valor simbólico de la frontera y su valor identitario, son también condicionantes que empapan el territorio, por su simple determinación como espacio fronterizo. Es por ejemplo llamativa una de las imágenes más divulgada del 1 de Septiembre de 1939, fecha en la que soldados de la Wehrmacht, el ejercito regular alemán cruzaban la frontera de Alemania con Polonia. Esta acción militar, que dio origen a la Segunda Guerra Mundial, se caracteriza por el empeño puesto por soldados y policías alemanes para romper la débil barrera móvil que impedía el transito de vehículos, similar a la de cualquier autopista actual. Hasta doce personas aparecen en la fotografía arrancando la valla existente. ¿Acaso no podían simplemente levantarla para permitir el paso de las tropas?
El motivo de este ensañamiento hay que buscarlo en un objetivo más conceptual que practico, ya que la acción pretende eliminar la frontera, borrarla, limpiar cualquier relación física o cartográfica de su trazado, desdibujando cualquier discontinuidad entre los dos territorios originales.
Mediante esta acción se funden en uno sólo ambos territorios, el propio y el conquistado; aglutinando aunque simplemente sea en un acto propagandístico una gran cantidad de mensajes, significados y objetivos.
Otro modelo de frontera, digna de mención es la que existente entre Méjico y Estados Unidos, y que podría denominarse como frontera socializada ya que la implicación social adquiere gran relevancia en este ámbito fronterizo.
La línea fronteriza que separa estos dos países tiene una longitud de 3141 Km. y es la frontera con mayor número de cruces legales del mundo, alrededor de 350 millones al año, y se caracteriza un gran espacio deshabitado o tierra de nadie que hay que controlar. Es precisamente esta cuestión la que ha llevado al gobierno norteamericano ha implantar una nueva estrategia para combatir la inmigración ilegal basada en garantizar la vigilancia fronteriza vía Internet.
Para ello se han instalado 2000 videocámaras de vigilancia conectadas a un servidor online, de forma que cada ciudadano individualmente puede desde el salón de su casa, como paradigma de la intimidad privada, vigilar la valla fronteriza e informar de cualquier actividad ilegal que perciba enviando un simple correo electrónico.
Este modelo que convierte a cualquier ciudadano con conexión a internet en un potencial guarda fronterizo, amplifica la operativa en red, no solo por su utilización de Internet, la red de redes, sino porque activa un proceso por el cual la responsabilidad y el enfrentamiento con la realidad del fenómeno fronterizo se vuelve colectivo, en un intento reafirmar el sentimiento patriótico y de defensa territorial, algo por otra parte, típicamente norteamericano.
Son estos, y no otros, los mecanismos que gobiernan nuestras fronteras, de forma que es necesario comprender sus mecanismos, potencialidades y desafíos para replantear su funcionamiento, muy alejados en la actualidad de los antiguos pasos aduaneros.