El encargo de un salón para celebraciones en un local dificil que unifica varias situaciones, como los bajos de dos edificios y que rodea un zaguán de escalera, llevó a que una vez encajada la situación de la cocina, toda la propuesta se articulara a partir de distintos grados de intimidad que permitiera tanto las celebraciones para ciento cincuenta personas ocupando la totalidad del local, como comidas privadas o simplemente tomar un aperitivo. Para ello, el salón principal, que puede fraccionarse en tres comedores aislados, se independiza de la zona de acceso por medio de grandes puertas correderas de vidrio que se esconden en la junta entre los edificios.
Del mismo modo, el local se recubrió de lamas de madera que arrancando del suelo recorren el techo en una forma curva que da continuidad a los dos espacios. Las lamas longitudinales recorriendo la estancia amplían ópticamente el espacio, al tiempo que esconden las instalaciones y mejoran acústicamente el local.
Todo ello configura el marco físico que vendrá a gestionarse a través de una iluminación flexible que se conecta íntegramente a varios carriles de techo, permitiendo cualquier distribución del local según su distinta ocupación. El lugar se mantiene en penumbra a través de unas luminarias controladas de techo, mientras que en las mesas la luz se concentra a través de unas lámparas muy especiales que delimitan áreas de intimidad dentro del ambiente general. Al mismo tiempo, la iluminación se verá acentuada por parte de los paramentos verticales cubiertos con espejos o vidrio negro, e incluso la propia madera en un juego de reflejos que refuerzan la amplitud del lugar.