Hay diferentes maneras de aproximarse a los lugares, y una de ellas consiste en no llegar. Volamos sobre estos alrededores de la sierra de Madrid y escogemos una ladera para posarnos temporalmente. La pendiente nos permite relacionarnos con el entorno lejano sin necesidad de asomarnos, observando Colmenar Viejo, la sierra de Madrid, y la capital en el horizonte.
Las premisas topográficas y geológicas nos invitan a conservarlas y utilizarlas como desencadenantes fundamentales de la intervención. Su superficie en su estado natural, y el sustrato de roca sugieren flotar suavemente, y no alterar en el terreno original.
La alfombra con la que llegamos descansa sobre la topografía adaptando su forma a su contorno, y configurando un nuevo territorio habitable. Está compuesta por unidades iguales que descansan unas sobre otras y puntualmente sobre la ladera reproduciendo la geometría topográfica.
El acceso a cada una de las 67 viviendas se produce bajo una nube perforada por patios de luz, y estas unidades se organizan en dos partes; la más abierta y extrovertida corresponde con un espacio amplio equipado, y en comunicación directa con el exterior. La segunda parte de la vivienda es la que corresponde a las zonas de descanso, estudio, juego, actividades relacionadas con un patio introvertido.