Ella vive y trabaja ahí, en el último nivel. Comparte su patio con una pareja que ocupa los dos primeros; algo temporal, parece. La pequeña tenía problemas de salud en su país de origen y sus padres decidieron un cambio a un clima más amable. Hubiera preferido compartirlo con Julia y Marcos porque tienen un patio con vista al bosquecillo de les Drassanes y al interior de la manzana, con más árboles; me gustan mucho los árboles. Pero me gusta mucho más lo bien que cocinan Julia y Marcos. Sin embargo, a ellos no los conoció hasta bien entrado el curso.
Enero parece un buen mes para empezar cosas y pensó dedicarle algo más de atención a su pequeño cuerpo. Decidió que su trayecto diario en bici al centro para sus clases era algo mas bien simbólico y una tarde de enero, de vuelta, la dejó como siempre en el trastero y sin subir al apartamento se acercó al gimnasio, más movida por el reclamo de los cuerpos semidesnatados que se dejan ver entre los árboles, a través de la cristalera del patio, que por una carencia física. Quería participar.
A Julia la conoció primero. Ella es muy extrovertida y en esa intimidad confusa que dan los vestuarios de un gimnasio arrancó una conversación aprovechando la coincidencia de sus geles de ducha. La humedad fue deslizando el tema hacia sus vidas y sus quehaceres, y de esta manera supo que Marcos es uno de los arquitectos que proyectó el conjunto de viviendas en el que ahora viven. Coincidencia de geles y coincidencia de quehaceres. Ella, no sé si lo he dicho, viene de muy lejos para completar sus estudios de arquitectura en Barcelona.
Así fue que una tarde, a la salida, Julia la invitó para la cena en su casa. El invierno todavía tenia demasiada fuerza y tuvieron que cenar dentro, pero pudo observar antes lo que alguna vez le había descrito Julia. El bosquecillo de les Drassanes era todo suyo. Una de las intuiciones del arquitecto se había cumplido. Habían transformado un espacio inarticulado y perdido de Ciutat Vella en un gran salón que poder incorporar a la casa. Nunca le interesaron, según contó esa noche, las intervenciones haussmanianas sacadas de su época. Una ciudad tan consolidada como Barcelona puede permitirse mantener el carácter de cada una de sus áreas, y la estructura del tejido forma parte de ese carácter. Es lo de siempre, decía, entender el lugar.
El no veía que la relación con el lugar, el "paisaje", estuviera en las fachadas o cuerpos de enfrente, a los que hubiera que responder. Él lo entendía más, por una parte, como construcción o mantenimiento de una secuencia de vacíos que tienen su presencia sólo si existe el lleno, y en el modo en cómo se definiera este "lleno" iba a estar presente la forma de la vivienda puesto que la densidad visual que existía antes no era compatible con la densidad residencial que tenia detrás; por otra parte pensaba en Ciutat Vella como un cuerpo edificado, y como toda relación con el paisaje es siempre una relación con el exterior, no le quedaba más remedio que abrir el conjunto y cada de las casas hacia arriba, puesto que se encontraba en el mismo centro, mirar hacia el cielo y recoger de él todo lo que las viviendas anteriores no permitían.
La noche podía haber dado mucho de sí pero parece que el Saint-Émilion del 69, su carburante preferido se acabó antes de lo previsto y enmudeció en el acto.
A mí también me gusta. Lo conocí gracias a ella... El verano se acerca y su beca se termina. Por el momento no puedo mas que aceptar lo que hay.
Los chopos y los tilos del patio borrarán este verano los huecos de su apartamento para aparecer, de nuevo, en invierno, con otra figura. Escribiremos cartas muy largas.