El proyecto surge del requerimiento por parte de la propiedad de proyectar un pabellón que centralice los accesos a una urbanización residencial de nueva planta y que acoja la oficina de seguridad y control.
Desde el principio se piensa en un objeto que sea capaz de funcionar a una escala urbana que, en su versión sub-urbana, se convierte rápidamente en la escala del paisaje. Paralelamente se plantea la necesidad de simbolizar el acto de entrar, de pasar de un lado a otro, de construir una puerta.
El proyecto se centra finalmente en resolver un vano de 16 metros de luz de manera eficiente y durable, valiéndose del pliegue como arma estructural, lo cual permite construirlo en forma de losa de hormigón de sólo 30 cm de espesor.
La necesidad de generar una pieza única en la que se integren todos los elementos lleva a conformar con el mismo pliegue la propia garita de control.
Mediante sustracción a la lámina nacen los huecos necesarios para generar una iluminación integrada que otorgue a la pieza de una presencia llamativa, pasando de un carácter casi orgánico, vivo, en sus texturas y colores del día a un elemento tecnológico al caer la noche y pasar a ser una silueta con tramas de luz que enfatizan el acceso.