El pueblo se levanta sobre una pequeña loma. El pueblo se muestra como acumulación de casas. Su escala es doméstica. Las casas se situan sobre un fuerte desnivel. El pueblo es de piedra. El pueblo es hermético, cerrado, ciego, opaco. El edificio se situa en un extremo del pueblo. En el punto más elevado, con vistas sobre el Pla de Mallorca. La parcela presenta un desnivel de 9m entre la calle de acceso y el futuro paseo inferior. El edificio aprovecha este desnivel. Se plantea excavado dentro del terreno, de apariencia petrea, esculpido en la roca. El resultado es un edificio semienterrado que genera una plaza sobre sí mismo y a la misma cota que la calle. Se construye en hormigón, liso por la cara interior y muy rugoso en la exterior. Gracias a este relieve –también presente en las casas del pueblo– el tiempo, la pátina añadida por el paso de los años entrara a formar parte de la arquitectura.

Por otro lado el pueblo se compone de pequeñas crugías. Estas crugías definen casas. Casas que están contenidas entre dos muros medianeros perpendiculares a la calle, construidos en piedra y de gran anchura. Así mismo sucede en el nuevo edificio. Se ordena a partir de pequeñas crugías una al lado de otra. Siguiendo la pauta. Muros de hormigón de un metro de anchura colocados en paralelo y separados seis metros. Estos muros configuran el espacio, ordenan las instalaciones, son entradas de luz natural. La misma secuencia se marca sobre la plaza mediante cortes de luz. El edificio se muestra hermético, cerrado, opaco, ciego. Sólo unas pequeñas fisuras nos permitiran entrar en su interior. Una vez dentro veremos como la luz juega con la pauta de las medianeras. Por un lado entra tangente al muro, nos muestra toda su dimensión, lo perfila, la luz es constante, neutra y continua. Per otro lo pone a contraluz, recortando un enorme hueco que permite una entrada de luz mucho más intensa, concentrada y puntual. Al fin y al cabo son las dos maneras de iluminar lo expuesto en el museo.