El parque de La Dehesa, de gran valor paisajístico, es una vía de escape y un lugar familiar y recurrente para los habitantes de la ciudad, proporcionando rincones tranquilos donde evadirse de lo urbano y, al mismo tiempo, grandes paseos verdes por donde pasear sin la presencia del tráfico rodado.
El lugar propuesto para la ubicación del nuevo pabellón de uso hostelero bar-cafetería es precisamente en el lugar donde confluyen estos dos mundos, junto a los paseos principales pero a la vez en el camino hacia esos espacios más recogidos, siempre bajo el cobijo de la gran masa arbórea que caracteriza el parque.
El proyecto por tanto tiene que responder a todos estos aspectos, conformándose como un lugar de reposo y disfrute, pero también un nudo que encauce los movimientos naturales de los usuarios del parque, siempre atendiendo a la necesidad de fundirse de manera natural, sin estridencias, con su entorno más inmediato.
La vegetación.
El entorno marca el comienzo de la actuación. Las grandes superficies de hierba, los árboles, las flores, en fin, la abundancia de vegetación nos anima a intentar fundir el nuevo edifico con el parque, a utilizar su mismo lenguaje.
La alfombra o la tela.
El terreno, verde, es como una alfombra, una fina tela que al levantar uno de sus puntos se crea bajo ella un nuevo espacio, pero su superficie sigue siendo continua.
El plano del suelo se transforma, se eleva en un punto, se fractura, se vuelve volumen, incluso un pequeño “túmulo”, y acoge en su interior los usos requeridos.
El interior.
El nuevo espacio creado bajo el “túmulo” tendrá siempre ese carácter cálido que viene implícito en ese acto de “acoger” que en ocasiones nos brinda la naturaleza, sentarse bajo un árbol, resguardarse de la lluvia en la entrada de una cueva, salir al exterior cuando ya brilla el sol… Siempre en contacto con esa naturaleza.
Topografía
Se crea una nueva topografía, se actúa sobre los espacios exteriores, cuidándolos, se respetan escrupulosamente todos los árboles y se añaden nuevos elementos vegetales.
Buscando entre el espacio intersticial que queda entre los árboles, se encuentra un punto en concreto, un eje, un centro de gravedad, un vértice que servirá de cima del “túmulo”. El terreno se fractura, se agrieta, empiezan a parecer las laderas inclinadas. Lo que era suelo vegetal ahora es cubierta vegetal. Lo que era espacio al aire libre pasa a ser espacio cubierto…
Por fin aparece el “túmulo”, el nuevo pabellón, pero se nos muestra quebrado, ya que el terreno no se rompe por igual. En concreto son cuatro taludes, de diferentes tamaños y formas, cada una atendiendo, según su ubicación, a una necesidad concreta del programa exigido.
La relación entre el espacio exterior y el espacio cubierto tiene que seguir siendo fuerte, por eso sólo los separan una secuencia de finas capas transparentes, que acentúan el componente visual de esa relación, pero que protegen.
El espacio interior será una consecuencia de todas estas actuaciones topográficas. Los techos se fundirán con los suelos, los huecos se mostrarán quebrados, y la vegetación exterior estará siempre presente…