Cuando lo contamos así impresiona. Cuando explicamos que el objeto del concurso es una vivienda unifamiliar, nuestros interlocutores se echan las manos a la cabeza.

A nosotros no nos parece tan descabellado. Si una administración convoca concursos para adjudicar la redacción de un proyecto cuyo coste solo le supone una pequeña parte de su presupuesto total ¿no es lógico que lo haga una familia a la que la inversión en su vivienda la va a tener hipotecada durante décadas?

Con esta consciencia de la responsabilidad nos enfrentamos al concurso.
Las condiciones fueron claras y expuestas de una forma muy directa. Tomamos una serie de decisiones que nos parecieron capaces de incrementar la potencia de las determinaciones ya dictadas por la propiedad.

Girar la casa al sur para disfrutar de la luz y dar la espalda a la anodina calle para ganar privacidad y seguridad.
Atravesar la casa con la mirada para mejorar las relaciones y el control con el espacio del jardín.
Negar la longitud de la parcela y usarlo como un fondo amable en el que se podría actuar en el futuro.
Usar la vivienda de servicio, un concepto aparentemente anacrónico pero muy adecuado a la forma de vida de nuestros clientes, como protección de la casa.

Una serie de recursos profesionales que daban al proyecto una serie de posibilidades no anticipadas por la propiedad.

Ganamos el concurso.
Pero querían “otra casa”.