Una reforma de una vivienda en el barrio de Chamberí de Madrid: la estructura metálica roblonada de Antonio Palacios como soporte desnudo, un muro contenedor de espacios de servicio como reflejo enfrentado del muro contenedor de ventanas, y en medio, una caja de luz, una lámpara habitable, un espacio construido con ladrillos “de hielo” . El proyecto se organiza así a partir de elementos que hacen referencia tanto al edificio contenedor como a la capacidad del objeto para construir un espacio doméstico. La cocina, el aseo y el baño, los armarios, el lavadero y la alacena se introducen en un espacio lineal con proporciones de muro ahuecado. Este muro habitable alberga todos los conductos y elementos auxiliares de la vivienda, obteniendo un espacio libre que evidencia la identidad de la estructura, la cual adquiere la dignidad que se merece, antes oculta entre ladrillo y yeso. Situado en una posición desplazada se encuentra un espacio de funcionalidad diversa, construido con piezas de metacrilato traslúcido de 50 x 50 x 200 mm sin estructura auxiliar, apiladas, pegadas y trabadas como si se tratase de un tabique de ladrillo visto, utilizando juntas también de metacrilato traslúcido de 5 mm de espesor y rehundidas. Este espacio separa la zona de día de la de noche y alberga en sus muros la capacidad para guardar libros u objetos. Las sombras evidencian que se trata de una habitación de trabajo, estudio, descanso, lectura o para invitados. Puede ser encendida o apagada, convertirse en lámpara, caja de luz o muro pesado. Si se toca se percibe su robustez y espesor gracias al corte de la sierra en cada una de las piezas y los huecos que contiene, si se golpea nos responde con un sonido sordo, como si se tratase de un muro de ladrillo, incluso ofrece a nuestra memoria una imagen tranquilizante y reconciliadora. Sin embargo, cuando nos introducimos en ella se vuelve ligera, su contorno se convierten en “papel”, dilata el espacio que alberga y nos traslada a otro lugar, mucho más apropiado para el silencio.