Frente a un concurso para dotar a un puerto de un frente de atraque para un submarino comercial, el paseo marítimo existente se acaba replegando sobre sí mismo para bajar al fondo, traspasar la lámina que, como a Alicia, separa dos realidades que por próximas resultan paralelas....
La costa de Granada, y especialmente la zona de Almuñécar, presenta unas condiciones geográficas y ambientales propicias para el disfrute del mar y del buceo casi los 365 días al año.
No fue así para los tripulantes de un carguero a vapor que se estrellaba y hundía contra el lugar al que ahora accedemos, dándole un nombre al mismo.
Para dar a conocer la riqueza del litoral sub-acuático y las especies endémicas al gran público se convocaba consurso para dotar al puerto deportivo de submarino de visitantes.
Y entonces llegan los arquitectos, y se ponen a excavar, provocando lo que pretende ser una primera toma de contacto con el mundo submarino para cualquier persona, provocando que aquel que nunca ha tenido la posibilidad de bucear, se interese, a partir del momento en que recorren la instalación, por el submarinismo.
El paisaje de la costa pasa a ser experimentado como un territorio de sensaciones visuales, olfativas, de humedad. Y entre uno y otro queda enclavada nuestra memoria.
A mitad de camino entre la ciudad y el mar, el proyecto da un paso más y se adentra en la profundidad del Mediterráneo, en una zona rica en diversidad de especies marinas y endemismos del mar de Alborán, y con una orografía bien definida por un precipicio submarino de más de 18 metros de profundidad, al cual, el proyecto “se asoma” mediante una ventana-mirador a la cota -13 metros, culminada por un corredor acristalado a -3 metros de profundidad que cose la legua de mar, culminando el paseo subacuático en el otro saliente natural.
Ahora, pasear en el borde del mar nos permite recorrer aquello que de verdad nos atrae de él: lo desconocido del abismo, el interior del mismo. La Arquitectura, yendo más allá, nos lleva más hacia el interior de la vida que sostiene un paisaje mental que es más que un territorio.