Las condiciones de partida eran difíciles: un local profundo, con poca fachada y geometría irregular. La escasa altura libre estaba mermada por el descuelgue de varios bloques de instalaciones comunes a todo el edificio que recorren los techos.  A estas dificultades se unían las exigencias de un programa de necesidades excesivamente amplio para los escasos 200 metros cuadrados disponibles.

La primera decisión consistió en integrar las instalaciones nuevas y las existentes. El resultado define un esquema arbóreo que permite liberar las estancias principales permitiendo el disfrute de toda su altura. El espacio que queda debajo de las instalaciones se aprovecha para conseguir el mayor volumen de almacenamiento posible, destinándose a armarios de protocolos sin necesidad de dedicar una sala específica a ello que hubiera consumido una valiosa superficie.

La pieza resultante, construida en metacrilato alveolar, constituye la espina dorsal que articula todo el espacio. De este modo, los diferentes despachos y salas requeridas por el programa se encajan cómodamente a la vez que se mejoran sus condiciones de iluminación y ventilación natural. Por otra parte, tras la intervención, la presencia de los árboles frente a la fachada sur se incorpora visualmente a todo el recinto, transformando el oscuro local inicial en un lugar luminoso y optimista donde trabajar.