Me acuerdo cuando mi abuela me contaba como era su casa, llena de luz y alegría…
L’ÀTIC VERNACLE es la oportunidad de repensar sobre la casa valenciana. La posibilidad de experimentar con la tradición y la contemporaneidad.
En un pueblo en el norte de l’Horta de Valencia, los naranjos dominan su término y una antigua fábrica de cerámica, recuerda el esplendor de una época anterior. Cerca de su centro histórico y rodeado de edificios de mediados del siglo XX, se sitúa una vivienda vacía que se convirtió en l’ÁTIC VERNACLE.
Se pueden oír como suben las persianas y los tejados del vecindario conquistan las vistas desde todas partes, y la luz se hace la dueña de la casa. A los pies se extiende una alfombra de barro hecha a mano que invita a caminar descalzo.
En cuanto se cruza el umbral de la puerta, está la despensa de la casa, llena como quería mi abuela y es donde se esconde todo aquello que una cocina de hoy necesita. Además se presenta la mesa de la casa, grande y alargada para cuando se reúne la familia entorno al plato.
En el comedor, dos ventanas protegidas iluminan el espacio, su zócalo cerámico recuerda a la casa de mi abuela y las persianas de madera blanqueadas se enrollan arriba para que el sol bañe la sala. El aire del mar atraviesa las ventanas hasta la otra punta de la casa, se siente la brisa marina.
Seguimos caminando y aparece un dispositivo muy curioso, que mi abuela le llamaba el “aguamanos”, un nuevo antiguo artilugio que esconde el lavabo y que al vez general la intimidad necesaria. Su materialidad es amable con la cerámica blanca, el barro del suelo y las paredes encaladas de blanco.
Al seguir por el pasillo, una luz tenue y dorada acompaña el paso, poco a poco se crea una atmósfera de luz y oscuridad que envuelve la habitación de la casa. El baño se abre al corredor para aprovecharse uno del otro. La despensa de la cocina se hace armario en la habitación; las persianas esconden la ropa de la casa, el paso al baño y todo aquello que permite que una casa esté recogida.
El barro ha sido el compañero de viaje, nos ha guiado por todo el ático, no ha habido un paso en el que esta infinita alfombra no haya estado presente.
Estoy seguro que a mi abuela le hubiera gustado vivir en l’àtic vernacle, se sentiría como en casa.