Un espacio de luz uniforme, sin sombras, que permite practicar deporte con luz natural la mayor parte del día. Un zócalo de hormigón contiene todo el programa necesario, vestuarios, almacenes, gimnasio y squash, mientras un volumen translucido de plástico se apoya sobre este para delimitar el espacio ocupado por la pista deportiva. Delante se genera una plaza pública conectada con la ciudad desde la que se accede a una segunda plaza elevada como antesala del pabellón.

Los característicos invernaderos de Almería, realizados con unos medios mínimos a base de perfiles de acero y piel de plástico, que componen una estructura desnuda de piel y huesos, crean una atmósfera de luz amortiguada y uniforme, generando así un espacio de aire delimitado del exterior por una simple piel de plástico.

Trasladamos esta concepción al pabellón generando una burbuja de aire limitada por una doble piel de policarbonato que se extiende por paredes y cubierta. Este muro equipado se ventila naturalmente para acondicionar térmicamente el interior sin necesidad de climatización artificial, y recoge en su interior toda la estructura metálica y las instalaciones necesarias.

Los cortavientos de cañas de madera, que suelen usarse para delimitar los lados más expuestos de los invernaderos, nos ayudan para generar la rampa como elemento postizo del pabellón que se anexiona lateralmente y se apoya en una secuencia de perfiles verticales de acero con sección estricta.

Durante el día el volumen se interpreta como una caja de colores con ciertos reflejos del entorno, según el punto de vista, gracias a la disposición de la cara de color en la parte interna del policarbonato exterior, lo que aporta un cierto efecto de profundidad a la piel. El interior queda iluminado uniformemente por paredes y cubierta, evitando referencias directas al exterior. Durante los eventos nocturnos la piel se ilumina con diferentes grados de intensidad creando una luminaria gigante que alumbra las plazas exteriores y actúa como referencia en el entorno.