Sobre unas viviendas del XIX, que se materializan tras un muro anterior del XVIII, se propone una reestructuración material y espacial en su interior, leyendo las posibilidades de crujías existentes y las posiciones urbanas, y actualizando las proporciones de espacios y sus circulaciones. La propuesta organiza un programa complejo de despacho, apartamentos, oficina y garaje en sentido transversal al existente, leyendo las posibilidades del espacio existente y posibilitando la apertura de un recorrido por la planta baja de las casas que es, a la par, del barrio. El paisaje interior de perfiles figurativos, superpuestos, del centro de Granada en cada operación de vaciarse en el tiempo va mirándose a sí mismo, rehaciendo su carácter en cada obra.
Las casas habitan en dos tiempos a la par, en cuanto la estructura interna es doble depositaria de las intenciones de la reestructuración, bien de la nueva planta, bien la piel de la fachada existente. Tiempo primero, interno, donde el proyecto apuesta por una doble integración de la geometría y el espacio mediante la ocupación de funciones contiguas. Tiempo segundo, entre los límites, que integra en el barrio la abstracción geométrica de un hastial existente, abriendo sólo un gran hueco y rompiendo una esquina que da la vuelta. Esta actualización de las posiciones y uso de las casas es la que hace abrir el hueco, y deja abierta varias diagonales de visión en las que el sistema de unión de viejo con antiguo se diluye en tanto los recorridos y perspectivas dejan de ser sólo exterior o sólo doméstico, para ser uno y otro.
La relación con el exterior, siempre plana, rompe con la evidencia de siempre una mirada siempre desde un interior, para construir las relaciones internas de los ámbitos mediante las miradas externas a los mismos. El gran ventanal que abre la fachada mete la mirada al nivel inferior, pero sólo desde el fondo de la plaza. Las casas se miran desde dentro, pero sólo miran desde fuera.
Los sistemas, al igual que las partes de la ciudad, no son autónomos.