La propuesta presentada nace del encargo por parte del ayuntamiento de Bera (Navarra) para realizar una ordenación del solar de 17000m². El proyecto es resultado de la colaboración público privada en modelo de financiación mixto lo cual responde a una situación claramente contemporánea. Este escenario, permite centrarse en decisiones arquitectónicas esenciales, en muchas ocasiones sencillas pero precisas. El solar infrautilizado y de bajo atractivo social, pero de ubicación urbana céntrica y accesibilidad pública, se transforma en un equipamiento multideportivo que incluirá un campo de césped artificial, unas piscinas, una pista de tenis y una de baloncesto, además de un espacio público asociado. Tras la presentación de ordenación general, se decide realizar el proyecto en fases con el objetivo de hacer la construcción viable.
La intención fundamental es utilizar todas las limitaciones tanto externas como autoimpuestas para generar plusvalías en cada decisión de diseño. La economía de medios, la determinación de un límite, la naturaleza objetual y performativa de la actuación y la ambigüedad material, son movilizadas en esta dirección. Así, la geometría refuerza la estructura, el material altera la percepción o la ordenación permite dualidad de usos. Cada actividad encuentra su localización óptima en el solar de manera pragmática, compartiendo infraestructura, cerramientos y servicios con actividades adyacentes, reforzando así la idea de la dualidad de comportamiento de cada elemento de proyecto. El límite construido entre pistas permite disponer de los elementos necesarios capaces de activar a la vez diferentes pistas deportivas tanto hacia el interior, como hacia el espacio público perimetral de uso más flexible y no programado.
En la primera fase de ejecución se construye el campo de fútbol de césped artificial y toda la infraestructura asociada. La localización en el norte del país exige pensar muy bien la evacuación de aguas y la gestión infraestructural. De alguna manera el 80% de la arquitectura propuesta es invisible, pero imprescindible para el buen funcionamiento de la actuación. A nivel programático, el campo de futbol es centrípeto y organiza el 100% del solar. Su posición centrada en el solar genera audiencias indirectas que se convierten también en protagonistas de la acción, creando una especie de rentabilidad social del espectáculo. La simple acción de definir un perímetro describe de manera clara un interior específico frente a un exterior genérico, reforzando así la dualidad del proyecto.
Mas allá de la definición de este límite ambiguo y de percepción cambiante, construido con una malla de naturaleza industrial, la definición geométrica es en zigzag, lo que multiplica su inercia estructural. De esta forma, es posible crecer en altura sin necesidad de aumentar el grosor de los perfiles de acero. La variabilidad en altura del cerramiento responde a su función como elemento parabalones tras las porterías. Se configura así un límite difuso de percepción variable cuyas transiciones entre el terreno de juego y el espacio perimetral favorecen sinergias entre deportistas, espectadores y paseantes. Interiormente un anillo de hormigón oscuro configura un pasillo perimetral de ancho variable, situando así al público en un plano intermedio entre el espectáculo futbolístico y el público errante del espacio público. Seis pares de puertas integradas en el cierre permiten el acceso e intercambio entre exterior e interior. Se entiende así el anillo interior como una extensión del espacio público durante los momentos de partido o entrenamientos. Si bien el funcionamiento del límite puede ser osmótico en su comportamiento, su presencia física puede relevarse claramente como si de un edificio construido se tratara. Este juego perceptivo nos permite tener dos presencias paralelas, una transparente pero fragmentada y otra más opaca y planar. La representación por tanto también refuerza la intención inicial del proyecto, es decir, aumentar las responsabilidades de cada decisión proyectual.
Por último, esta primera fase, incluye la intervención muy limitada pero precisa en el espacio público perimetral, introduciendo árboles, bancos y otros elementos de mobiliario urbano. Si bien, el aspecto es indeterminado y de apariencia salvaje la colocación de los objetos responde al planteamiento inicial donde las futuras intervenciones ocuparán también su lugar preciso, completando un todo, donde las partes son capaces de operar de manera independiente sin perder autonomía, definición geométrica y presencia icónica. De alguna manera el proyecto acepta el escenario social, económico y cultural en el que se inserta para proponer una solución lógica y pragmática. Una serie de decisiones esenciales son capaces de resolver los condicionantes propuestos a la vez que proponen una arquitectura de cierta ambigüedad y abstracción en su definición espacial, constructiva y material.