«La arquitectura es el esfuerzo de la materia por ser. Es un esfuerzo por hacer visible aquello que no lo es: los pensamientos. Un pensamiento, como un sentimiento, es algo que pertenece al mundo de lo indeterminado, al mundo que no ha tomado forma todavía. Hacer presente algo es darle forma, pensando que lo que se ve, existe». Luis Moreno Mansilla
La arquitectura, a través de la materia, ofrece la oportunidad al hombre de habitar en las entrañas de esta. La materia es el mediador entre las condiciones que rodean al proyecto de arquitectura, y la realidad física que se ocupa de su constitución. Por eso, la materia debe constituir el constructo formal de la arquitectura.
La arquitectura establece un vínculo entre el hombre y la naturaleza. La materia es la encargada, a través de su condición constitutiva, de reforzar el vínculo espiritual entre ambos. Así, hombre, naturaleza y materia, se enlazan a través de la condición puramente material.
La obra de arquitectura unifica los anhelos del hombre para habitar la tierra, para encontrar un refugio en ella, en conjunto, con los diferentes factores sociales, culturales, económicos que nos ofrece la realidad temporal en la cual vivimos. Esta relación entre el ser humano y el cobijo, se establece a través de la materia como instrumento de diálogo entre ambas partes. Dado que la arquitectura es el espacio donde se desempeñan las relaciones entre el hombre y el lugar habitado, la materia comparece ante ambos para crear el marco idóneo entre ser humano y naturaleza.
La arquitectura es un proceso relacional complejo, donde la obra establece una serie de vínculos entre dichas relaciones en un determinado espacio. De esta forma, la condición objetual de la obra carece de sentido si no se cristaliza a través de una realización que asuma el contexto específico en el cual se asienta. La materia es el escenario silencioso que se ocupa de confirmar la relación entre el contexto y la obra, anulando toda autonomía formal que no provenga del interior de ella.
La materia comparece para esclarecer la compleja realidad entre el ser humano y el contexto, por lo tanto, se ocupa de una realidad constructiva concreta. Establece una comunión entre la acción de la mano y el pensamiento del hombre, en conjunto con los recursos de un determinado lugar. Será de este mero vínculo donde nazca la conformación del espacio y la configuración del límite construido entre obra y emplazamiento.
La presente investigación doctoral, se alimenta a través de una amplia amalgama de conocimientos, los cuales la permiten acercarse y adentrarse al interior de la materia, con el fin de cimentar un juicio propio sobre la capacidad de ésta para conformar y configurar el espacio arquitectónico. Las técnicas, tácticas y estrategias que propone esta investigación, no quieren ser un recetario para proyectar arquitectura, ni un manual de construcción. Estos conceptos quieren fabricar una actitud hacia la disciplina arquitectónica alimentada por la capacidad perceptiva y experiencial de la materia en la construcción del espacio. Esta actitud, ciertamente optimista, nos permite liberarnos del corsé de la forma y de los principios estilísticos a la hora de proyectar y pensar la arquitectura. Por tanto, el arquitecto educado a través de la materia comprende mejor el mundo de cosas reales que le rodea. Esta es la clave, a la hora de proyectar desde la imaginación material.