Agorazein plantea un proceso que garantice la habitabilidad en el espacio público antes del producto construido de arquitectura.  Se enfoca al espacio colectivo donde se especifican las instrucciones de uso dejando abierto a que sean las vivencias de cada uno lo que lo haga un lugar especial. Es una llamada para un diálogo entre los agentes urbanos heterogéneos que cohabitan Barcelona.

De esta manera propone generar identidad en diferentes fases de evolución, para evitar caer en actuaciones rápidas para futuras mejoras, sino intervenciones de corto plazo en relación con proyectos de diferente duración, un proyecto de ciudad.

 La reciente pandemia evidenció el modo en el que hemos habitado la ciudad como subdivisiones de unidades domesticas, demasiado estructuradas como es el concepto de edificio. Las manzanas interiores del ensanche son un ejemplo de distancias cortas de encuentros imposibles. Con una aproximación inductiva reivindica no hacer ciudades de edificios, sino más edificios-ciudad.

En conclusión se trata de pensar la ciudad desde su unidad básica, la célula domestics a la relación de cada una de ellas es la que hace comunidad. Habitar la ciudad como una colmena de abejas, donde la forma es el resultado de la organización y la adaptación de ellas a las necesidades de su entorno.