La azotea nos otorga el privilegio del horizonte, la tranquilidad de su visión, pero también el dominio sobre el territorio, la conciencia del mismo y su aprehensión. Su separación del plano del suelo, del cotidiano, ya de por sí sugiere una liberación, propone un cambio de reglas.

ATALAYA.

El proyecto singulariza este nuevo plano, habilitándolo físicamente, lo señala en la distancia, otorga una sombra pero no ocupa espacio. El exterior es duro, matérico, es atalaya, intensifica el misterio de su interior, el secreto de una cabaña urbana a la que una ascensión vertical da acceso de forma súbita. El interior es neutro, sencillo y simplifica la relación con el exterior para abstraerse al pensamiento y la ensoñación, un espacio en el que abandonarse, en el que no hacer nada. De la misma manera que el mago convierte su chistera en un objeto insospechado y su interior en una promesa, este espacio interior trata de proyectarnos desde nuestro cuerpo cotidiano para descontextualizarlo en extrema separación con el espacio exterior antes descrito.

En esta dicotomía podría encontrarse la felicidad.