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Instalación efímera en el Patio de Can Forn en Girona, para el festival "Temps de Flors 2017"

A mitad de camino de la “Pujada de Sant Martí”, bajo el arco de piedra que enmarca la puerta de una fachada señorial, se descubre en el fondo, a través de una primera estancia, la penumbra de un patio. Desde fuera, el espacio parece pequeño. En el centro del patio, hay un objeto inquietante; se ven flores de primavera recortadas con geometrías afiladas. Al acercarnos, el patio se multiplica y se hace grande desplegando en vertical unas imponentes balaustradas de piedra bajo un lejano artesonado imponente de madera.

Aquella geometría inesperada en el centro del patio, resulta ser otro patio, un pequeño recinto que, al observarlo, revela en su interior un jardín infinito con cientos o miles de flores que se propagan a través de reflejos, hacia un horizonte que se escapa de la mirada.

La intervención -las flores- se enmarcan dentro de un objeto claramente reconocible: un patio dentro de un patio. La forma del objeto a la vez responde y se rebela en el patio: Por un lado se coloca en su centro de gravedad con cuatro lados circunscritos en su perímetro; la geometría, como la del patio, es mentalmente regular, pero se deforma en contacto con la realidad para adaptarse a su entorno. Por otra parte, este romboide irregular se gira sesgadamente apuntando sus esquinas afiladas contra las caras planas del patio y manifestándose como objeto. Esta forma inquietante, se repite en planta, en alzado y en perspectiva; abriendo así este recinto a la mirada del visitante que se acerca.

Por dentro, las caras son espejos que multiplican la pequeña superficie ocupada por flores. Los ángulos del objeto son cambiantes, provocando reflejos parecidos pero diferentes, que el observador va descubriendo a medida que lo rodea. Por fuera, este recinto no quiere ser más que una sombra inmaterial.

Proponemos llenar de narcisos nuestro recinto espejo, conformando un plano horizontal de flores que se repetirá infinitamente. Cada uno de los narcisos, como el del mito de Ovidio, se multiplicará atrapado en su propio reflejo, aunque esta vez, no una vez, sino en un reflejo sin final. El narciso, la flor breve de primavera, que da nombre al patrón de Girona, no representa aquí una "naturaleza real", sino que nos recuerda la presencia del hombre y de su "ego" en su tradicional representación.

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