No hay ocasión pequeña, ni oportunidad que pueda ser perdida. Ante este enunciado, aparece la posibilidad de construir arquitectura. Unos principios básicos: sombra, refugio. No hay código técnico, no hay normativas… es la guerra cuerpo a cuerpo. Quizás sea esa la gran oportunidad, casi a escondidas.

El proyecto trata de explorar esos principios básicos. Cartografía las situaciones exteriores tanto desde una manera visual como más tectónica y fenomenológica. Reconoce los materiales del lugar, aquellos que le dotan de lo que es, y los usa para construir el nuevo paisaje. De alguna manera es un anti-camuflaje. La preciosa arenisca de los montes cercanos y que ha construido la imagen de la ciudad olvidada, ahora se reencarna en un aplacado de madera traspirable y cálido. Los oasis de vegetación tan importantes y necesarios por estas zonas con sus sombras aquí  se transmaterializarán  en pradera sintética que, plegándose, sombreará y dará continuidad. La salvaje e inmensa agua salada del mar ahora se domesticará y será dulce, cálida y “masajeante”. Y por último el cielo, el “le ciel” de Le Corbusier se construirá mediante reflejos: una chapa de acero inoxidable pulida.

Así pues se genera una cinta de material, 1 sola intervención que trata, a modo de camino de baldosas amarillas, de conseguir con un solo gesto construir el nuevo paisaje en las áridas cubiertas. Una cinta pavimento-escalera-pradera-mueble-techo-celosía-pérgola.

En definitiva un nuevo paisaje para un viejo programa.