...Nos movemos como dando saltos, zigzagueando para protegernos de la lluvia bajo una suerte de paraguas con resonancias vegetales...
Cuando vamos de compras, el recorrido más corto entre dos puntos nunca es la línea recta...
...vamos de un acera a la otra sintiéndonos atraídos por los diferentes escaparates.
Estas “hojas” nos acompañan en nuestro deambular ofreciéndonos protección, pero de una manera distante...
...¿a quien no le ha caido una gota de lluvia justo en el preciso instante en que cierra el paraguas y se dispone a entrar en un sitio?...
...quizá haya un parentesco entre la forma de esas cubiertas y las hojas del olivo del Paseo de Alfonso XII...
...como si de una ráfaga de viento se depositasen por azar sobre la calle del Príncipe.
La calle adquiere un carácter de celebración, incluso cuando está vacía.
...nuestras cubiertas flotan a no mucha altura del suelo como separando la zona publica (comercial) y privada de la calle y sin tocar los edificios para no comprometerlos estructural y formalmente.
El proyecto no hace otra cosa que aprovecharse del caos urbanístico existente y beneficiarse de su energía tan potente para generar un tipo de orden más sutil y libre, que le conferirá la unidad que ahora no tiene la calle.
La geometría del proyecto se podría asimilar a la de un trenzado, que en los extremos y en las bocacalles se deshilacha incorporando los espacios adyacentes en un afán por extenderse e integrarlo todo.