Con el fin de amortizar al máximo las vistas al mar, así como la superficie – 350 m2 – de una parcela de forma irregular, con un fuerte desnivel, situada en un medio urbano y muy condicionada por la falta de intimidad dada la proximidad de los colindantes; el proyecto se plantea como un espacio fluido, permeable al paisaje y que, a la vez, relaciona el subsuelo con el cielo.
En definitiva, la vivienda se concibe como un gran vacío a la sombra de dos contenedores que albergan los dormitorios. Ese gran vacío, no sólo se extiende hacia afuera convirtiendo a los espacios de retranqueo a los linderos en parte fundamental del objeto de las perspectivas desde el interior, sino que, al mismo tiempo, relaciona a todos los niveles mediante un jardín a triple altura, abierto al cielo y que agudiza la sensación de habitar un espacio exterior simplemente abrigado.
Por su parte, los citados contenedores se organizan en bandas paralelas frente al paisaje, permaneciendo herméticos hacia los colindantes y focalizando sus vistas bien hacia el mar, o bien hacia el jardín privado posterior.
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