El conjunto institucional intenta dar una imagen de gran sencillez, capaz de insertarse con naturalidad entre la Alcazaba, el Puente Romano y el Puente Lusitania. La forma prismática total se quiebra siguiendo la huella de la muralla y obligó estructuralmente a un número de apoyos reducido. Por sí solo, este sólido volumen de más de 250 m de longitud crea una nueva fachada urbana. Emerge horizontal y potente tras el arbolado del Paseo de Roma. El proyecto de Navarro Baldeweg es capaz de constituir una visión lejana desde la otra orilla del río Guadiana, abstracta y lineal, y una visión próxima que revela su heterogeneidad a través de la manipulación de la piel. Donde el edificio entra en contacto con las ruinas, el granito gris (similar al de la Alcazaba) y la piedra blanca transmuta a un ladrillo de tonos rosados semejantes al del Museo de Arte Romano de Moneo. La orientación a poniente de zonas de gran acristalamiento exigió un cuidado especial y un control de la luz solar que se ha conseguido con el diseño de una estructura secundaria metálica adherida a la fachada.