No entendemos el espacio como algo parido por el arquitecto per se en su vocación artística. El arquitecto no es un artista; es un profesional que despliega un espacio que antes no existía, y que se germinó por una serie de condicionantes objetivos desarrollados a raíz de un proceso analítico del contexto y del diagrama funcional, que derivan en un entorno estratégico proyectual en torno a cuestiones que quedan lejos de la subjetividad de un artista.
Desde spacethinking intentamos que este desarrollo del proyecto arquitectónico sea la principal fuente de motivación y experimentación aplicable a las diferentes escalas de entidades espaciales que desde nuestra oficina desarrollamos. Así, el objeto definido como la materialización de vacío, es desplegado de manera secuencial por el túnel de nuestra memoria colectiva, desmaterializando el recuerdo de las arquitecturas soñadas para luego reelaborarlas gráficamente y poder así mutar hacia lo desconocido. La manera de reglar y modular ese espacio no conocido, invadirá otro gran estado estimulante, que es el riesgo.
Sólo bajo el sometimiento de lo desconocido podremos reelaborar un puente hacia aquello que espacialmente nos devora. La animosidad de la inquietud readapta nuestra emoción en la manera en que la luz nos habita y define.
La sensualidad de la arquitectura manda. Nos mueve e incita a seguir visualizándolas en ese momento donde a veces la penumbra nos agita y perturba, pero en esa urdimbre de análisis referencial de la entidad generadora se encontrarán las respuestas concretas a las agudas preguntas que del proceso se deriven.