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Elena Pérez Garrigues

Arquitecto
E.T.S. A - Madrid - UPM
MADRID | ESPAÑA
www.ninom.com

La nuestra es una arquitectura “silenciosa”, no es icónica, no se impone, sólo es el resultado de mimar lo que hacemos, de escuchar, constantemente, de muchas horas de estudio y otras muchas de obra, de charlas con todo aquel que tenga algo que contar, de largas horas de coche que te trasladan a ese lugar donde la cabeza parece funcionar por otro canal, donde dejas de “hacer” para darte el lujo de pensar.

Creemos que la arquitectura debe hacerse desde lo pequeño, desde el diálogo con el cliente, y entre profesionales. En este espacio abierto en el que nos movemos es fundamental incluir conocimientos ajenos para hacerlos nuestro, digerirlos y dirigirlos hacia lo que creemos que es nuestro objetivo. Se trata de transdisciplinaridad entendida como intercambio de conocimientos y experiencias. Atentos a propuestas de otros más sabios o simplemente con más años de experiencias a sus espaldas, nos encanta aprender del herrero oliendo a metal en su taller, coger la azuela y empezar a labrar la madera, intentando educar a la mano para comunicar lo que las palabras no siempre consiguen, trasladar a imágenes lo que intuimos en nuestras cabezas o darle materialidad a un libro para que siga hablando del proyecto sólo con las tapas.

Entendemos los proyectos como una globalidad, desde planteamientos abstractos hasta la concreción del último detalle, todo debe hablar de lo mismo, las partes conforman el todo, y la unidad se hace imposible sin cada una de estas partes. Se establece un diálogo constante entre escalas, soluciones específicas y otras más abstractas de origen. Intentamos que los proyectos no “chirríen”, que no haya nada disonante, quizás por perfeccionistas, quizás porque no sabemos hacerlo de otra forma. Nos dejamos la piel en cada proyecto intentando comprender, dejando al proyecto hacer, rechazando lo que cae por su propio peso, a pesar de que nos cueste soltarlo, y finalmente entendemos hacia dónde íbamos trascurrido un tiempo desde el origen del proyecto. Intuición, escucha, respeto por lo que el otro tiene que contar, por lo que el lugar tiene que contar, por las historias almacenadas, por lo que no entendemos pero sentimos que está…

La intuición como herramienta de partida. Cada proyecto es un mundo, cada situación nueva, cada viaje una caja de sorpresas, cada encargo un hormigueo en el estómago de hacia dónde iremos. No conocemos el final, pero como punto de partida tomamos el lugar, con toda la información acumulada, ya no sólo de datos “objetivos” tipo orientación, soleamiento, densidad, escala, sino más bien, de lo que ahí se encierra pero no es evidente, de las experiencias de la gente que vive ahí o de la que se fueron, de la rica gastronomía local, de las historias almacenadas en el aire, en los muros… Quizá porque hemos trabajado principalmente rehabilitación, porque retomamos obras cargadas de historias se nos hace más fácil continuar con el argumento original para hacerlo nuestro.

Nos gusta sacar las herramientas, el cincel, el pico y la pala y tirar capas hasta encontrar el origen de la historia. Hacemos un trabajo mimado de artesano, dedicado íntegramente a entender  cuáles son las preguntas a plantear y cuáles debemos dejar abiertas para que el propio proyecto las conteste y formule otras nuevas. Entendemos los procesos como no cerrados, siempre permeables y moldeables. Conocemos el camino, o intuimos hacia dónde, pero el viaje es indefinido. A medida que avanzamos vamos entendiendo, pero siempre abiertos a que el propio proceso nos cuente por dónde. Nuestras son algunas herramientas que hemos encontrado en el camino, otras las llevamos puestas y por ahora se hacen imprescindibles. Nos sobra el artificio, el exceso, todo lo que no queda justificado. Nos gusta mostrar los mecanismos, cómo funcionan las cosas, por eso en nuestra obra siempre mantenemos las huellas del proceso.

El contacto con la naturaleza como fuente de referencia es permanente, intentamos mantener la naturaleza del lugar, de los materiales empleados, y mostrarlos como son. Preferiblemente materiales locales, que no se peleen, ni hablen de lugares exóticos. No buscamos enfrentamientos sino un diálogo directo con lo existente, con el entorno, con el lugar.

Nos apasionan los lugares intermedios, los que se apropian de este entorno para interpretarlo. Generar  umbrales, límites entre la naturaleza exterior y la necesidad de aislarse de sus condiciones más extremas. Lugares que no se terminan de entender, que sólo toman valor si se asumen los extremos. Catar un vino protegido del frio riojano pero sin límites visuales que te trasladan directamente a la viña donde se recogió esa uva, dormir bajo un bosque de pinos pero sabiendo que las alimañas quedan varios metros por debajo de tu confortable almohada, comprender las historias almacenadas en naves milenarias porque entran en diálogo, siempre sereno, con nuevos materiales, lugares de exposición donde entiendes los procesos porque puedes lanzar miradas sesgadas al artista en sus proceso de creación. Y siempre a la escala del cuerpo, como generador de su propio entorno. Un cuerpo capaz de modelar el espacio que le rodea, de darle un nuevo enfoque, de dotarle de intensidad, de densidad, de asumirlo o dejarlo fluir.