Como en toda intervención en un edificio existente los grados de libertad son pocos. Vistas, iluminación, dimensión, instalaciones y accesos son imposiciones, no posibilidades. Todas las decisiones de proyecto buscan soslayar esta condición constreñida para crear la ilusión de la inevitabilidad del proyecto.
Ante unas condiciones tan restringidas, paradójicamente, la primera de las decisiones de proyecto consiste en eliminar una de las pocas bondades del local: su patio sur. De él solo se cuenta con la iluminación, dejando la ventilación y las vistas para la fachada norte (orientada a una plaza) y un patio en el extremo sur. Con ello, se opta por potenciar el lado largo frente al corto, siendo permeable en un sentido y impenetrable en el otro, separando la zona pública de la clínica de la privada y aproximando los dos gabinetes, situados en cada uno de los extremos, entre sí.
Detrás de un muro de espejo y cristal translúcido se agrupa, salvo la sala de esterilización, toda la parte menuda del programa. De esta manera los baños, la sala de instalaciones y la sala de rayos-x no interfieren en las vistas largas del proyecto. De hecho, el muro, en ciertas condiciones de luz y proximidad crea la ilusión de la inmaterialidad, justamente en la parte del programa más densa.
En este sentido, la colocación del cuarto de esterilización en el corazón de la clínica obedece más a una vocación subjetiva que a parámetros estrictamente funcionales. Al contrario que el resto de programa menudo, no está situado en un recinto cerrado, sino que lo separa de la sala de espera y de un gabinete, un vidrio cuasi-transparente que muestra de una manera velada los entresijos de la actividad habitual de la clínica. Se percibe el funcionamiento de una manera general, sin llegar a verlo nítidamente.
De manera imprevista, el proyecto, guiado por la búsqueda de introducirse con naturalidad en un local a través de la digestión de sus restricciones, encuentra en la ilusión la mayor de sus bondades. Ilusión para desmaterializar programa, para sugerir actividad y para, en el único paso sin salida de la clínica, insinuar a través de un espejo la posibilidad de otra realidad, la de la ampliación. Una ampliación que se hará efectiva cuando la ilusión del pasillo que genera el espejo se convierta en realidad.
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