De la arquitectura me motiva su dimensión social, el poder transformador, en positivo, que puede ejercer sobre los problemas de convivencia contemporáneos.
Entiendo el rol del arquitecto en su sentido más holístico del término. Me pienso como un agente social atento al entorno en el que vive, tanto a nivel cultural, como político o artístico. Solo así entiendo se puede hacer una buena arquitectura que satisfaga tanto mis deseos como los de la sociedad a la que va dirigida.
En mis obras intento realizar entes complejos donde cada una de sus partes esté al servicio del todo, buscando siempre que el resultado final sea más que la suma de todas sus partes. Aún así, y dependiendo del proyecto en cuestión, puede que algún aspecto tenga una presencia más relevante. En este sentido, me gusta investigar en sistemas funcionales, texturas y estructuras.
La creación arquitectónica para mi surge de la tensión entre los deseos del arquitecto y las demandas de la sociedad. Entre los elementos propios de la disciplina y la cultura a la que va dirigida. Todo esto se manifiesta en el proceso creativo mediante iteraciones sucesivas donde el ego del arquitecto no puede tener cabida.
No me siento un profesional cerrado en mis planteamientos. Me gusta abarcar retos diferentes porque así evito la monotonía y la repetición. Al hacer proyectos de diversa índole me enriquezco y ejercito continuamente en los diferentes campos de la concepción arquitectónica.
Como arquitecto recién titulado, mis obras todavía están buscando su sello personal. Estoy inmerso en un proceso de aprehensión del oficio y de búsqueda de mi lenguaje arquitectónico.
Si bien la envergadura de mis obras todavía no me permite trabajar con profesionales de otras disciplinas en ellas, desarrollo mi labor en un estudio interdisciplinar donde el día a día se vuelve muy estimulante. Creo, por tanto, que las relaciones transdisciplinares pueden crear sinergias muy fructíferas.