HABITAR(se) EN EL PASADO

El hombre de hoy, dominado por las vicisitudes de la contemporaneidad, ha perdido “la capacidad de estar a solas consigo”, como dijo Thomas Merton. Esto ha llevado una perdida de energía interior, viven fuera de si mismos, se han olvidado de habitarse, de ahondar en la propia interioridad. Todo sucede muy deprisa - viajes, citas, televisión, compras, vendas, modas nuevas, redes sociales - no hay tiempo para la abstracción en la celeridad que supone la vida actual. 

Frente a este estilo de vida, se propone una vuelta al pasado. Una antigua casa de campo, ahora en ruinas, es el lugar elegido para la vuelta a la reflexion, a mirarse a uno mismo. 

La nueva construcción se sitúa en el centro vital del pretérito lugar, donde jornaleros se reunían para preparar las labores del día. 

Despojado de nuevas tecnologías, la vivienda deja espacio para la introspección y la contemplación. En la parte central, un espacio de doble altura y un lucernario marcan el paso del tiempo. 

El aspecto exterior quiere asemejarse al de un muro antiguo, un nuevo muro habitado que contempla aquellos viejos que albergaron otras vidas. La planta libre permite la oportunidad de cruzar de un lado a otro y viajar en el tiempo. La ruina, como legado , como fuente de conocimiento, permite reencontrarse con el pasado y con uno mismo.