La ruta de la alcachofa comienza a principios de los 90, como una extensión de la ruta del bacalao, en el territorio de la Vega Baja.
Estas discotecas en su conjunto formaron parte de un Boom mediático que promovió grandes inversiones hosteleras, que por un lado conseguían tener gran rentabilidad, gracias a leyes como la llamada “ley after” aprobada en 1991 que permitía largos horarios a las discotecas situadas fuera de los núcleos urbanos, muchas se situaron en las periferias de las poblaciones justamente entre campos de alcachofa, cultivo tradicional de la comarca. También el estilo de música abarató los costes de producción, ya que con la ayuda de un ordenador se podría producir música de forma ininterrumpida durante largas jornadas.
Las discotecas crearon una tribu urbana que no provenía de la calle o de las culturas suburbanas, sino que surgió a través de espacios arquitectónicos con personalidad propia que se apoyaba en la iconografía y el merchandasing como una manera rápida e inclusiva de pertenecer a un colectivo.
Arqueologías de la ruta
Una reconstrucción material en tres pórticos que ensamblan todas las estéticas de las discotecas de la Vega Baja. Un viaje en coche de 56 horas a través de carreteras, campos de alcachofa, gasolineras, parkings y discotecas. Un remember que nos acerca a un urbanismo y un estilo de vida propio que surgió en la Vega Baja a principios de los años 90.