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Balneario y alojamiento turístico en el parque del Salado, Lanjarón

 

“el futuro no es más que lo obsoleto al revés” Vladimir Nabokov.

 

UN NUEVO MODELO DE BALNEARIO

Lanjarón sigue contando hoy día con su histórico balneario, así que ¿hasta qué punto es necesaria la construcción de uno nuevo?
El balneario que ha llegado a nuestros días es el resultado de una acumulación de cambios y transformaciones derivadas del paso del tiempo y sucesión de épocas. En nada se parece al que surgiría en el siglo XVII —del que carecemos de información— o al conjunto de edificaciones de madera de principios de siglo XX. Lo único que comparten aquellos primitivos balnearios con el actual es el emplazamiento, el lugar de las aguas.
La arquitectura cambia o desaparece. Hoy día, el balneario se muestra como un conjunto de edificaciones de diferentes tiempos y estilos que han ido siendo añadidas con el paso de los años, la última de ellas es un hotel de cuatro estrellas adosado a un lateral del edificio de los baños y que recibe al visitante a la entrada del pueblo.
A pesar de su evolución, ¿han sabido estas edificaciones adaptarse al paso del tiempo?
Quizás el antiguo balneario, con una tradición más relacionada con la medicina y la salud que con el ocio y el bienestar, haya dejado de ser tan atractivo para el visitante actual, que busca además el disfrute o el turismo rural, y que relaciona el baño y la salud que aporta con el hedonismo, el deporte, o la desconexión en un medio natural, quedando en cierto modo anticuado u obsoleto.
Además, hay pocas señas de que aquellos edificios sean un lugar de agua más allá del rótulo de “balneario”. Construcciones compactas que encierran las aguas en su interior solo para el baño en temporada, apenas durante los tres meses de verano. Durante el resto del año se encuentra cerrado y su imagen evoca abandono.
Todo esto hace pensar que sea necesario añadir nuevas experiencias relacionadas con el baño en un sitio como este. Experiencias que sean partícipes en el paisaje y sus procesos, capaces de adaptarse al paso del tiempo y las temporadas, evolucionando al unísono con el territorio y sus habitantes.
El proyecto se plantea como un reto en un lugar con gran memoria histórica, que invita a reflexionar sobre el pasado, a reinterpretar para reinventar. Volver a los lugares olvidados, reconocerlos y recuperarlos a través del agua. Reunirnos y encontrarnos en torno a ella.
¿Podría el nuevo balneario poner en valor el paisaje y la memoria del agua en Lanjarón a la vez que responde a las necesidades y hábitos de la forma de vida contemporánea?

 

BOSQUE DE EUCALIPTOS. Concepto

Retrocediendo al primer vuelo aéreo de 1956, se aprecia una masa boscosa, de eucaliptos, a lo largo del arroyo del Salado en su paso por la localidad. Aún no aparece la embotelladora a la entrada del pueblo, sólo el balneario de aguas mineromedicinales de Balnearios de Lanjarón S.A y el paisaje intervenido y artificial del bosque de eucaliptos.
En pocos años el paisaje árido y transformado por la estructura de diques que consolida el terreno sobre el que se posan el balneario y la caseta de la Capuchina, se construye. Adquiere una capa más que le otorga una nueva dimensión: la capa vegetal, la de los árboles. La percepción del paisaje cambia, se construye una nueva cubierta y los elementos que antes quedaban a la vista se esconden.
Con el nuevo bosque aparecen lugares de sombra bajo los altos árboles de hoja perenne, y junto a ellos, por contraposición, los claros.
Los claros en el bosque se pueden entender como recintos, vacíos o espacios exteriores, sin techo, donde penetra la luz y cae la lluvia. Si consideramos los árboles como lo construido, lo que da cobijo, bajo lo que se habita… el claro es como el patio de la casa o el vacío urbano, la plaza donde la gente se reúne.
Al introducir el elemento del agua, ésta aparece siempre asociada al claro: el lago y el río en la naturaleza, o el impluvium en la casa romana, el patio donde siempre llueve.
En Lanjarón las calles se llenan de agua, que reúne a los vecinos en torno a la fuente o el lavadero. Agua en el espacio público, ese claro que es lo urbano dentro del bosque de lo construido.
El agua que brota del suelo aparece cubierta, protegida por construcciones ligeras, de madera, de condición casi efímera y desmontables con facilidad. Sin dejar señal de lo construido, sólo queda la huella del agua que emana, horada y erosiona el terreno.
Construcciones como las del antiguo balneario o la caseta de madera que cubría las aguas del Manantial de la Capuchina recuerdan a la ligereza y reversibilidad de los santuarios japoneses, como el de Ise, construido en madera en medio de un recinto en el claro de un bosque. Cada veinte años el santuario se reproduce idéntico en el recinto contiguo y seguidamente se desmonta, dejando solo el vacío como huella del templo desaparecido.
Esta arquitectura del claro puede tomar diferentes posiciones respecto al vacío, con una posición centrada, colocada exenta en el centro del recinto, o junto a él, como en el dibujo de la Capilla del Bosque en el Cementerio de Estocolmo, cuya imagen me remite a la caseta de las aguas de la Capuchina en 1955, escondida y protegida bajo la cubierta de las copas de los eucaliptos.
Este proyecto pretende recuperar el bosque en parte desaparecido, para evidenciar los claros, los lugares asociados al agua y la memoria de este lugar.
Un collage realizado con fragmentos de obras del artista David Hockney, conocido por sus pinturas y collages fotográficos sobre piscinas, me permite conceptualizar el proyecto de modo abstracto.
El bosque encierra, rodea y crea un recinto en él, el claro, dónde llueve y aparece el agua, siempre asociada al terreno, al suelo donde emana, corre y permanece, en este caso para obsequiar con el placer del baño.

 

CLARO EN EL BOSQUE. Proyecto

Un bosque y cuatro claros. Un boque que protege, una cubierta de hoja perenne que da sombra y cobijo, y cuatro claros, cuatro lugares de luz y agua en medio del bosque, cuatro vacíos, cuatro recintos…
El proyecto se hace presente y pone en valor el agua a través del vacío una vez recuperado el bosque perdido en el Jardín de la Capuchina. Se materializa a través de ligeros elementos de madera hincados en el terreno, del mismo modo que los troncos de los árboles nacen del suelo, para sujetar un puente que cruza el río, pasarelas, plataformas o para cubrir las aguas y dar cobijo. Estos nuevos elementos delimitan recintos a la vez que conducen y establecen recorridos. Algunos muros se construyen en puntos concretos con las lajas de pizarra que se reutilizan tras levantar el pavimento existente en el Jardín de la Capuchina con el fin de volver al estado previo a su urbanización en los años 60.
La nueva infraestructura es ligera, reversible, pasa por aquel lugar como una nueva capa en el paisaje que introduce nuevos procesos, sin vocación de ser estanca ni inmutable al paso del tiempo. ¿Qué pasará con ella cuando deje de ser útil? ¿Podría transformarse y tener una nueva vida? ¿Podría, desde que se concibe, tener vocación de transformación?
Me gustaría pensar en qué pasará cuando la nueva arquitectura deje de ser necesaria en este lugar. Podría ser reversible, transformable… o quizás simplemente desaparezca, como el templo japonés y deje únicamente la huella del agua, en un paisaje de agua.
Los cuatro claros corresponden a cuatro lugares donde el agua ya venía estando presente, haciendo así que su uso en cada uno de ellos no requiera de artificios.
El primero se sitúa en el cauce natural del río. Allí el agua corre de forma natural, se renueva. Una sencilla intervención a modo de piscina acumula el agua del arroyo para el baño.
El segundo claro aparece sobre las huellas de las antiguas naves de los depósitos de agua de la embotelladora, que se demuelen para convertirse en piscinas o albercas en medio del bosque.
El tercer claro recupera la histórica caseta de las aguas de la Capuchina, buscando volver a reunir a los agüistas que hacían cola para probar sus aguas.
Y en el último claro, vacío que queda tras la demolición del abandonado y dañado edificio industrial de embotellado de aguas, un ligero edificio de madera se apoya sobre el agua y, casi flotando, abraza, envuelve y cubre las aguas del último recinto destinado al nuevo balneario.
El nuevo camino del agua se traza de la forma más natural posible, las aguas que surgen directamente del Manantial del Salado recorren la pendiente de la ladera en una secuencia de lugares que combinan  los espacios para el baño con la depuración natural por medio de sistemas vegetales, pudiendo así prescindir de tratamientos adicionales que alteren la composición de las aguas mineromedicinales.
El agua siempre corre, se renueva, inunda, desagua y vuelve a su cauce en el rio.

 

EL BOSQUE DESDE EL INTERIOR. Construcción del hotel-balneario

¿Cómo sería habitar bajo los árboles, en el interior de un bosque? Árboles que cubren, que dan sombra y cobijo, que proyectan su silueta cuando los rayos del sol atraviesan sus hojas. Que construyen bordes, recintos y se levantan erguidos escondiendo lo inmediato.
El proyecto nace del bosque y el edificio se funde con él. Hemos visto cómo son los claros en el interior del bosque, pero ¿cómo se aprecia el bosque desde el interior de ese claro?
Una vez dentro, no podía perderse la sensación de estar rodeado de árboles, a la vez que, desde el exterior, el edificio debía integrarse en ese bosque sin dejar de ser percibido como algo independiente de él, un objeto compacto, como las primeras construcciones de madera del antiguo balneario.

 

  • Información
  • Autoría

    Clasificación / Tipología

    Posgrado
    Master
    Edificación
    Paisaje

    Ubicación

    Avenida Madrid, 1
    18420 LANJARÓN | LANJARÓN
    GRANADA | ESPAÑA

    Otra información

    Fecha Inicio: Octubre 2020
    Fecha Terminación: Julio 2021

Participaciones en arquia / próxima

IX Edición 2022-2023
VIII Edición 2020-2021