El piso ha de servir como vivienda para los breves periodos que sus habitantes visitan la ciudad pero también como galería visitable donde exponer, de forma rotativa, una pequeña selección de su amplia colección de arte contemporáneo. La necesidad de instalar obras de mediano y gran formato, así como la obligación  de llevar luz a las estancias centrales de la vivienda, volcadas hacia un pequeño patio condujeron a la decisión de eliminar tabiquería, conservado tanto en los techos como en los suelos el rastro de una forma de habitar superada.

Allí donde existen suelos originales, éstos se mantienen, donde no, se restauran. La restauración se realiza con la gama cromática histórica del pavimento Nolla pero con áreas monocromas que inundan zonas “vacías” y conjugan con la gama cromática existente.

Nuevos volúmenes, con servicios de zonas húmedas se construyen de este mismo material, como volúmenes autónomos que no tocan cerramientos o techos. Se define así el proyecto como un contenedor que permite leer dos formas de habitar, un siglo de historia.

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