El proyecto consiste en resolver una vivienda y una pequeña clínica de psicología en un local de 60m2. Desde el primer momento se plantea que el éxito del proyecto recae en la compatibilidad de ambos usos, haciendo que el espacio en su totalidad pueda ser utilizado como vivienda los fines de semana, pero como vivienda y despacho independientes cuando la clínica esté en funcionamiento entre semana. La introducción del tiempo como elemento de diseño es uno de los grandes retos de la vivienda actual: se busca evitar que los espacios estén desocupados la mayor parte del tiempo, de ahí la importancia de flexibilizar y abrir los espacios.
El edificio donde se encuentra el local es muy interesante: una corrala con un importante grado de protección patrimonial de principios de siglo XX, con un gran patio central donde todos los vecinos tienden la ropa y una crujía de unos 7-8m. Todo el edificio está resuelto mediante una retícula de muros de fábrica de ladrillo y forjados metálicos de unos 3,50x3,50m, y se da la peculiaridad de que la planta baja, donde se encuentra el local, tiene también 3,50m de altura. El local está configurado, por tanto, por 5 cubos de 3,5m de lado.
El programa se resuelve mediante un volumen que cruza el espacio central, articula los usos principales y contiene las funciones más específicas: aseo del despacho profesional, baño de la vivienda, cocina y almacenamiento. Este volumen aprovecha la extraordinaria altura del local para crear un altillo apto como habitación de invitados y sirve como elemento de unión entre la vivienda y el despacho. Unas puertas correderas de madera de fresno son el elemento que flexibiliza el espacio e independiza los accesos principales a los dos diferentes usos, un acceso directo desde la calle para atender a los clientes de la consulta y un acceso desde el patio del edificio para la vivienda. Los fines de semana, estas puertas correderas se esconden, abriendo el espacio y convirtiendo parte del despacho en zona de estar para la vivienda.
El volumen central se identifica con un color suave, que complementa los dorados de las maderas de roble y fresno. El resto de los espacios se pintan en blanco, logrando un buen equilibrio entre la intensidad de los lugares más pequeños y la tranquilidad de las habitaciones de mayores dimensiones, de manera que la vivencia del espacio se enriquece con estos matices.